EL PAPA NOS IMPULSA EN EL ESPÍRITU DE APARECIDA
08 | 08 | 2013
Una reunión inédita
Al
final de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, el 28 de julio de
2013, el Papa Francisco ha querido reunirse con los obispos que conforman el
Comité de Coordinación del CELAM. Fue un encuentro fraterno en el que, como
dijo, quiso hablar de “obispo a obispo”, partiendo de su vinculación a América
Latina y compartiendo aun sus dificultades como pastor en Buenos Aires. Su
intervención se sale del molde habitual de los discursos papales; él mismo la
define como una conversación o una charla y, con humildad, se excusa de un
cierto desorden en ella.
El
Santo Padre comenzó recordando: “hace 57
años que el CELAM sirve a las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y
El Caribe, colaborando solidaria y subsidiariamente para promover, impulsar y
dinamizar la colegialidad episcopal y la comunión entre las Iglesias de esta
Región y sus Pastores”. Luego, reflexionó sobre el documento de la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe realizada en
Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando las búsquedas y trabajos del
CELAM.
A
continuación, dio testimonio del impulso del Espíritu Santo que desde allí ha
querido construir algo y decir una palabra fuerte a la Iglesia, especialmente
en orden a la renovación de las Iglesias particulares. Renovación que, como
señaló, en buena parte se encuentra en marcha. Después, se refirió a la Misión
Continental, a las tentaciones que tiene el discipulado misionero y a algunas
pautas eclesiológicas que hoy se deben tener en cuenta. Estamos ante una
orientación pastoral clara y autorizada, que marca rutas y tareas a la misión
de la Iglesia.
Pienso,
en primer lugar, que este texto del Papa nos llega como un mensaje directo para
animarnos y guiarnos en el camino que estamos recorriendo en nuestra
Arquidiócesis. De otra parte, me parece que el Papa quiere extender a la
Iglesia universal algunas sugerencias de Aparecida, que no son sino una
aplicación del Concilio Vaticano II y del proyecto de la nueva evangelización. Por
tanto, las reflexiones del Santo Padre debemos acogerlas, trabajarlas y
aplicarlas al proceso pastoral que estamos siguiendo en Medellín. Sin
comentarios muy amplios, propongo a todos este importante texto.
Características de Aparecida y
dimensiones de la Misión Continental
El
Papa Francisco, en esta plática, como
continuando lo que había señalado el día anterior a los obispos de
Brasil, se refirió a las características de Aparecida, al estado permanente de
misión y a la necesidad de una conversión pastoral. Es muy importante conocer
lo que nos ha dicho sobre la Misión Continental:
“Existen cuatro características
que son propias de la V Conferencia. Son como cuatro columnas del desarrollo de
Aparecida y que le confieren su originalidad.
1) Inicio sin
documento. Medellín, Puebla y Santo Domingo comenzaron sus trabajos
con un camino recorrido de preparación que culminó en una especie de Instrumentum
laboris, con el cual se
desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del documento final. En cambio,
Aparecida promovió la participación de las Iglesias particulares como camino de
preparación que culminó en un documento de síntesis. Este documento, si bien
fue referencia durante la Quinta Conferencia General, no se asumió como
documento de partida. El trabajo inicial consistió en poner en común las
preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y la necesidad de
renovar la vida discipular y misionera con la que Cristo fundó la Iglesia.
2) Ambiente
de oración con el Pueblo de Dios. Es importante recordar el ambiente de oración
generado por el diario compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos,
donde siempre fuimos acompañados por el Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto
que los trabajos tenían lugar en el subsuelo del Santuario, la “música
funcional” que los acompañaba fueron los cánticos y oraciones de los fieles.
3) Documento
que se prolonga en compromiso, con la Misión Continental. En este contexto
de oración y vivencia de fe surgió el deseo de un nuevo Pentecostés para la
Iglesia y el compromiso de la Misión Continental. Aparecida no termina con un
Documento sino que se prolonga en la Misión Continental.
4) La
presencia de Nuestra Señora, Madre de América. Es la primera Conferencia del Episcopado
Latinoamericano y El Caribe que se realiza en un Santuario mariano.
La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y
paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la
realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio,
implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias
particulares. Evidentemente aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de
reforma de las estructuras eclesiales. El “cambio de estructuras” (de caducas a
nuevas) no es fruto de un estudio de organización de la planta funcional
eclesiástica, de lo cual resultaría una reorganización estática, sino que es
consecuencia de la dinámica de la misión. Lo que hace caer las estructuras caducas,
lo que lleva a cambiar los corazones de los cristianos, es precisamente la misionariedad.
De aquí la importancia de la misión paradigmática.
La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática,
exige generar la conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos
los bautizados y hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una
persona aislada en una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad,
para darse a los demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia
eclesial”.
Renovación interna de la Iglesia
El Santo Padre
ve, ante todo, la necesidad de una profunda renovación eclesial, la cual no se
dará sin un cambio de actitudes, sin una verdadera conversión y sin un diálogo
sincero con el mundo. Nos hace entrar en esta conciencia a partir de algunos
interrogantes concretos:
“Aparecida ha propuesto como necesaria la Conversión
Pastoral. Esta conversión implica creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo
portador del Reino de Dios, en su irrupción en el mundo, en su presencia
victoriosa sobre el mal; creer en la asistencia y conducción del Espíritu
Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y prolongadora del dinamismo de la
Encarnación.
En este sentido, es necesario que, como Pastores, nos
planteemos interrogantes que hacen a la marcha de las Iglesias que presidimos.
Estas preguntas sirven de guía para examinar el estado de las diócesis en la
asunción del espíritu de Aparecida y son preguntas que conviene nos hagamos
frecuentemente como examen de conciencia.
1. ¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros
Presbíteros sea más pastoral que administrativo? ¿Quién es el principal
beneficiario de la labor eclesial, la Iglesia como organización o el Pueblo de
Dios en su totalidad?
2. ¿Superamos la tentación de atender de manera reactiva
los complejos problemas que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo? ¿Promovemos
espacios y ocasiones para manifestar la misericordia de Dios? ¿Somos
conscientes de la responsabilidad de replantear las actitudes pastorales y el funcionamiento
de las estructuras eclesiales, buscando el bien de los fieles y de la sociedad?
3. En la práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a los
fieles laicos? ¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara
conciencia y convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos?
4. ¿Es un criterio habitual el discernimiento pastoral,
sirviéndonos de los Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de
Pastoral y de Asuntos Económicos ¿son espacios reales para la participación
laical en la consulta, organización y planificación pastoral? El buen
funcionamiento de los Consejos es determinante. Creo que estamos muy atrasados
en esto.
5. Los Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos conciencia
y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan
discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les
confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de
manipulación o sometimiento indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos
interpelar en la búsqueda del bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?
6. Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se
sienten parte de la Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los
bautizados distantes y alejados?
Como se puede apreciar aquí están en juego actitudes.
La Conversión Pastoral atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de
vida. Un cambio de actitudes necesariamente es dinámico: “entra en proceso” y
sólo se lo puede contener acompañándolo y discerniendo. Es importante tener
siempre presente que la brújula, para no perderse en este camino, es la de la
identidad católica concebida como pertenencia eclesial.
Hace bien recordar las palabras del Concilio Vaticano II: Los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS, 1). Aquí reside el fundamento del
diálogo con el mundo actual.
La respuesta a las preguntas existenciales del hombre de
hoy, especialmente de las nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña
un cambio fecundo que hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del
Magisterio, y de la Doctrina Social de la Iglesia. Los escenarios y areópagos
son de lo más variado. Por ejemplo, en una misma ciudad, existen varios
imaginarios colectivos que conforman “diversas ciudades”. Si nos mantenemos
solamente en los parámetros de “la cultura de siempre”, en el fondo una cultura
de base rural, el resultado terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo.
Dios está en todas partes: hay que saber descubrirlo para poder anunciarlo en
el idioma de esa cultura; y cada realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso”.
Algunas tentaciones contra el discipulado misionero
El Papa va al núcleo mismo de la Misión Continental que es
formar discípulos misioneros; no quiere que caigamos en una visiones
reduccionistas; por tanto, nos advierte sobre las equivocaciones y riesgos que
podemos correr en este proceso:
“La opción por la misionariedad del discípulo
será tentada. Es importante saber por dónde va el mal espíritu para ayudarnos
en el discernimiento. No se trata de salir a cazar demonios, sino simplemente
de lucidez y astucia evangélica. Menciono sólo algunas actitudes que configuran
una Iglesia “tentada”. Se trata de conocer ciertas propuestas actuales que
pueden mimetizarse en la dinámica del discipulado misionero y detener, hasta
hacer fracasar, el proceso de Conversión Pastoral.
1. La ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación
que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de interpretación
evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un
ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la forma de
asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar” (cf. n.
19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un “ver”
neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No
existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se
entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje
y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y El Caribe propuestas de esta
índole. Menciono sólo algunas:
a) El reduccionismo socializante. Es la
ideologización más fácil de descubrir. En algunos momentos fue muy fuerte. Se
trata de una pretensión interpretativa en base a una hermenéutica según las
ciencias sociales. Abarca los campos más variados, desde el liberalismo de
mercado hasta la categorización marxista.
b) La ideologización psicológica. Se trata de
una hermenéutica elitista que, en definitiva, reduce el “encuentro con
Jesucristo” y su ulterior desarrollo a una dinámica de autoconocimiento. Suele
darse principalmente en cursos de espiritualidad, retiros espirituales, etc.
Termina por resultar una postura inmanente autorreferencial. No sabe de
trascendencia y, por tanto, de misionariedad.
c) La propuesta gnóstica. Bastante ligada a
la tentación anterior. Suele darse en grupos de élites con una propuesta de
espiritualidad superior, bastante desencarnada, que termina por desembarcar en
posturas pastorales de “quaestiones disputatae”. Fue la primera desviación de
la comunidad primitiva y reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en
ediciones corregidas y renovadas. Vulgarmente se los denomina “católicos
ilustrados” (por ser actualmente herederos de la Ilustración).
d) La propuesta pelagiana. Aparece
fundamentalmente bajo la forma de restauracionismo. Ante los males de la
Iglesia se busca una solución sólo en la disciplina, en la restauración de
conductas y formas superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad
significativa. En América Latina suele darse en pequeños grupos, en algunas
nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias exageradas a la “seguridad”
doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es estática, si bien puede
prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona. Busca “recuperar” el pasado
perdido.
2. El funcionalismo. Su acción en la
Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se entusiasma con la “hoja de
ruta”. La concepción funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia.
Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de una ONG. Lo que vale es el
resultado constatable y las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades
empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de “teología de la prosperidad”
en lo organizativo de la pastoral.
3. El clericalismo es también una
tentación muy actual en Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría de los casos,
se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide
por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El
fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de
cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la
mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o
en pertenencias parciales y limitadas. Existe en nuestras tierras una forma de
libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo.
Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa
fundamentalmente en la piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad
popular describe con profundidad esta dimensión. La propuesta de los grupos
bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va
en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la
responsabilidad laical”.
Algunas pautas eclesiológicas
Finalmente, el Papa nos señala algunos criterios que no
podemos desconocer si queremos que nuestra Iglesia responda a lo que Dios le
pide en este momento de la historia para que no se quede en la estructura y no
pierda su esencia. No podemos sino acoger y aplicar en nuestra Arquidiócesis
estas pautas:
“1. El discipulado-misionero que Aparecida
propuso a las Iglesias de América Latina y El Caribe es el camino que Dios
quiere para este “hoy”. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o
restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se
manifiesta en el ”hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria”
de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el
futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su
huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no
está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad;
más aún: el “hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.
El discipulado misionero es vocación: llamado
e invitación. Se da en un “hoy” pero “en tensión”. No existe el discipulado
misionero estático. El discípulo misionero no puede poseerse a sí mismo, su
inmanencia está en tensión hacia la trascendencia del discipulado y hacia la
trascendencia de la misión. No admite la autorreferencialidad: o se refiere a
Jesucristo o se refiere al pueblo a quien se debe anunciar. Sujeto que se
trasciende. Sujeto proyectado hacia el encuentro: el encuentro con el Maestro
(que nos unge discípulos) y el encuentro con los hombres que esperan el
anuncio.
Por eso, me gusta decir que la posición del
discípulo misionero no es una posición de centro sino de periferias: vive
tensionado hacia las periferias… incluso las de la eternidad en el encuentro
con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de “periferias existenciales”
des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir del centro. El
discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y
envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.
2. La Iglesia es institución pero cuando se
erige en “centro” se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG.
Entonces, la Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “misterium
lunae” del que nos hablaban los Santos Padres. Se vuelve cada vez más
autorreferencial y se debilita su necesidad de ser misionera. De “Institución”
se transforma en “Obra”. Deja de ser Esposa para terminar siendo
Administradora; de Servidora se transforma en “Controladora”. Aparecida quiere
una Iglesia Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y no tanto
controladora de la fe.
3. En Aparecida se dan de manera relevante
dos categorías pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y
también pueden servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos
eclesialmente el discipulado misionero: la cercanía y el encuentro. Ninguna
de las dos es nueva, sino que conforman la manera cómo se reveló Dios en la
historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo, cercanía que llega al máximo al
encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de su pueblo. Existen en América
Latina y El Caribe pastorales “lejanas”, pastorales disciplinarias que
privilegian los principios, las conductas, los procedimientos organizativos…
por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia. Se ignora la “revolución
de la ternura” que provocó la encarnación del Verbo. Hay pastorales planteadas
con tal dosis de distancia que son incapaces de lograr el encuentro: encuentro
con Jesucristo, encuentro con los hermanos. Este tipo de pastorales a lo más
pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca llegan a lograr ni
inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La cercanía crea comunión y
pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma forma de diálogo y crea
una cultura del encuentro. Una piedra de toque para calibrar la cercanía y la
capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras
homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que “hablaba como quien
tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?
4. Quien conduce la pastoral, la Misión
Continental (sea programática como paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe
conducir, que no es lo mismo que mandonear. Además de señalar las grandes
figuras del episcopado latinoamericano que todos conocemos quisiera añadir aquí
algunas líneas sobre el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios en la
reunión que tuvimos en Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la
gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos.
Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el
Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres
que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que
sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces
de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo
aquello que lo mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los
eventuales peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza:
que haya sol y luz en los corazones. Hombres capaces de sostener con amor y
paciencia los pasos de Dios en su pueblo. Y el sitio del Obispo para estar con
su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para
mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno
se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo
tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.
No quisiera abundar en más detalles sobre la
persona del Obispo, sino simplemente añadir, incluyéndome en esta afirmación,
que estamos un poquito retrasados en lo que a Conversión Pastoral se refiere.
Conviene que nos ayudemos un poco más a dar los pasos que el Señor quiere para
nosotros en este “hoy” de América Latina y El Caribe”.
El Papa nos ha hablado con mucha claridad a todos: obispos,
presbíteros, religiosos y laicos. Recibamos este mensaje como un verdadero
llamamiento que nos hace Dios para que nos empeñemos más seriamente en la
realización de la Misión Continental como un proyecto permanente de
evangelización y de renovación eclesial. No podemos ceder en el propósito que
nos hemos trazado de ser y hacer discípulos misioneros de Cristo, para que
nuestro pueblo tenga vida.