DÉJATE ENCONTRAR CON JESÚS
16 | 05 | 2011
Durante
ella, contemplando a Cristo como Buen Pastor, se nos invita a orar por las
vocaciones, especialmente a la vida sacerdotal, y a hacernos responsables de
fortalecer o iniciar procesos para que muchos jóvenes le permitan a Cristo
apoderarse de su vida y prolongar en ellos su solicitud por todos los que el
Padre le ha confiado.
En la
Arquidiócesis de Medellín, debemos agradecer de corazón la bondad de Dios, que
nos ha bendecido con numerosas vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y
al apostolado laical. Esto nos compromete a hacernos cada vez más sensibles y
atentos a la pastoral vocacional, para cultivar en las familias, en las
parroquias, en los grupos juveniles y en los colegios a los niños y jóvenes que
el Señor pueda llamar a vocaciones específicas en la Iglesia. Se trata nada
menos que de imitar y continuar el delicado proceso de animación y formación
que tuvo Jesús con sus apóstoles.
En el
Mensaje que, para esta ocasión, nos dirige el Papa Benedicto XVI nos dice que
debemos apuntar a que en nuestros jóvenes madure “una genuina y afectuosa
amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que
aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios; para que
comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios, no aniquila ni destruye a la
persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda de sí
mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con
otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera
alegría y la plena realización de las propias aspiraciones”.
Nos
recuerda también el Santo Padre, en su Mensaje, la pedagogía que debemos seguir
constantemente en este proyecto vocacional: “Demos prioridad al encuentro,
sobre todo, de los niños, adolescentes y jóvenes, con Jesucristo. Sigamos el
recorrido que Él hizo: llamó a algunos; les mostró con claridad y sin recortes
su misión; les educó con la palabra y con su ejemplo de vida; les confió el
memorial de su muerte y resurrección en la Eucaristía y los envió a todo el
mundo con un mandato misionero claro”. Podemos dar un verdadero signo de la
vitalidad de nuestra Iglesia particular si logramos poner en marcha este
itinerario vocacional.
El Señor
no deja de llamar constantemente a muchos para compartir su misión; pero
nosotros estamos invitados a custodiar y a amar este don. En efecto, el vigor
de una Iglesia diocesana se manifiesta también desde el termómetro de su
entrega y solicitud por promover las vocaciones. No podemos dormirnos ni ser
indiferentes frente a esta responsabilidad de acompañar el nacimiento y la
maduración de las vocaciones sacerdotales. Todos, obispos, presbíteros,
religiosos y fieles laicos, debemos unirnos en la oración y la colaboración
pastoral para que la llamada del Señor llegue nítida a los corazones de quienes
ha escogido y puedan seguirla fielmente en medio de las dificultades que se
presentan en el mundo de hoy.