LAS VICARÍAS EPISCOPALES DE ZONA
08 | 08 | 2011
Hemos dado inicio, la semana pasada, a las Vicarías
Episcopales de Zona con la posesión canónica de sus respectivos Vicarios. Con
una participación muy nutrida de fieles y, sobre todo, de sacerdotes, hemos
puesto en las manos del Señor esta nueva etapa de la vida de nuestra
Arquidiócesis. Como he podido subrayar, en varias oportunidades, se trata de un
momento importante y significativo en nuestra Iglesia particular, en cuanto
presenta, estructura y organiza de un modo nuevo su labor pastoral y algunas de
sus funciones administrativas.
El Concilio Vaticano II define la Diócesis como una
porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser regida con la
colaboración de sus Sacerdotes, de suerte que, adherida a su Pastor y reunida
por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya
una Iglesia particular en que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de
Cristo, una, santa, católica y apostólica (cf CD 11; CIC 369). Y luego propone
que las Diócesis que están formadas por grandes ciudades tengan una nueva
ordenación interna en la medida en que lo exija el bien de las almas (CD
22,27). Organización que puede ser por Vicarías de Zona, como viene sugerido en
documentos posteriores (CIC 476-481; DMPO 189).
Aparece claro que al hablar de la Iglesia
particular, el Concilio hace referencia a un grupo humano, más que a un
territorio. La estructuración en
Vicarías de Zona responde, por consiguiente, a facilitar un espacio de comunión
y de ordenada corresponsabilidad entre los presbíteros, los diáconos, los
religiosos y los laicos. Es con una espiritualidad de comunión como se puede
superar una visión estática solamente jurídica, jerárquica, individualista de
la Iglesia y como se puede crear el ámbito en el que, más allá de los confines
parroquiales, se integren experiencias, ministerios y carismas en un modelo de
Iglesia más auténtico.
De otra parte, las Vicarías favoreciendo una
dinámica de adecuada descentralización permitirán una mejor realización de la
acción pastoral, pues facilitan un proceso de análisis de la realidad, una
mejor planeación de acuerdo a las características de cada zona, una coordinación más efectiva de tareas, un
mejor seguimiento a los arciprestazgos o vicarías foráneas dándoles el apoyo
conveniente a fin de que sean en verdad unidades organizativas de la acción
pastoral, una efectiva integración de todas las zonas y parroquias al conjunto
de la Arquidiócesis.
El mundo ha cambiado profundamente. No sirve ya la
tradicional pastoral de conservación a la que estábamos habituados en los días
de la “cristiandad”, cuando se podía pensar que la sociedad estaba
evangelizada. Las parroquias que están adaptadas a una pastoral de
sacramentalización, deben reaccionar ante los grandes cambios culturales, ante
la presencia de diversos grupos religiosos, ante los retos del urbanismo.
Frente a la falta de formación cristiana y el progresivo abandono de la fe, hoy
no se puede pensar sino en una pastoral con renovado impulso misionero.
A esto apuntan las nuevas Vicarías y los
Arciprestazgos, cuyos Estatutos se darán a conocer próximamente. Sin embargo,
en este instrumento no está todo, pues es un proyecto que construiremos juntos;
por tanto, debemos estar abiertos a nuevas posibilidades y también a afrontar
las dificultades que se presenten. Los invito a renovar el entusiasmo de seguir
a Cristo, de ser miembros vivos de su Iglesia, de entregar la vida en el
anuncio del Evangelio. Iniciemos este nuevo camino en el nombre del Señor.