UNA VOZ PROFÉTICA
29 | 08 | 2011
Ha concluido la Jornada Mundial de la Juventud.
Después de la oposición y las críticas presentadas por algunos grupos de la
sociedad y aun por ciertos sectores de la Iglesia, ha resultado un verdadero
éxito. En torno al Papa Benedicto XVI se han congregado cerca de dos millones
de jóvenes, que han dado testimonio de disciplina, de buen comportamiento, de
fe y de amor cristiano. El Santo Padre, con sus palabras y sus gestos, ha
entregado un mensaje vivo y profético, que los jóvenes han recibido y que asimilarán
a lo largo de los días.
Un mensaje que, en un momento de confusión y
desesperanza para tantos jóvenes, ha ido a lo esencial; les ha asegurado que no
están solos, que nada ni nadie les debe quitar la paz, que se puede encontrar
la verdad. Los ha puesto en guardia frente a un mundo turbado por la violencia
y la injusticia, a los abusos de una ciencia sin límites, a un egocentrismo que
acaba con lo mejor del ser humano que es su libertad y su capacidad de
solidaridad, a una economía que en lugar de estar al servicio del hombre se
sirve de él, a una vida superficial que pierde de vista lo trascendente.
Sobre todo, y éste es siempre el aviso fundamental
del magisterio de Benedicto XVI, hay que estar atentos a una cultura que
pretende eclipsar a Dios y hacer entrar a la humanidad en una amnesia
religiosa, aun con un rechazo encarnizado del cristianismo. Al anunciar la
Jornada de Madrid, Benedicto XVI dijo: “La experiencia enseña que el mundo sin
Dios se convierte en un “infierno”, donde prevalece el egoísmo, las divisiones
en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor,
alegría y esperanza”.
Realmente, la ausencia de Dios sumerge a la sociedad
en una profunda crisis. El relativismo cultural se ha convertido en causa de
enormes y continuos conflictos. La falta de ética ha generado una inestabilidad
económica mundial. La destrucción de la familia es la mayor causa de
empobrecimiento. Los recientes disturbios en varios países han mostrado al
mundo entero a jóvenes dispuestos a quemar o a asesinar por cualquier causa.
Detrás de esta juventud no están los padres, no está la familia, no hay
cultura, ni siquiera hay sociedad. Muchos jóvenes crecen sin Dios y sin ley,
como si fuesen los nuevos bárbaros, donde la única forma de familia o de grupo
social es la banda.
El mensaje del Papa en Madrid es un llamado a
renovar la pastoral juvenil. Hay que poner en marcha una fuerza evangelizadora
y dinamizadora de la juventud antes de que sea más tarde. Urge crear en los
jóvenes un nuevo sentido de moralidad. Y para esto no basta imponer la ley; es
preciso anunciar y hacer experimentar el amor de Dios. Así actuaba Jesús. Esto
es lo que cambia la vida de la gente. Muchos jóvenes están esperando algo que
ni la política, ni la educación, ni la recuperación económica pueden darles: la
buena noticia de que Dios los ama y de que, al descubrir su vocación y asumir
su misión, sus vidas tienen sentido.