LA NORMAL SUPERIOR ANTIOQUEÑA
26 | 09 | 2011
Con gran alegría,
acabamos de celebrar el 75º aniversario de la Escuela Normal Superior
Antioqueña, fundada en 1936 por el entonces Arzobispo de Medellín, Mons.
Tiberio Salazar Herrera. Nació, paralelamente a la Universidad Pontificia
Bolivariana, del mismo celo apostólico que lleva a evangelizar, del mismo
compromiso con una sociedad que requiere un desarrollo integral, de la misma
necesidad de formar líderes católicos para el mundo. Fue la primera Normal
privada católica de América Latina y sigue siendo la única Normal privada de la
ciudad de Medellín.
Desde su fundación se
ha esforzado por dar maestras, y en los últimos años también maestros, de
calidad. La misión de la Normal, en efecto, se ha formulado de la siguiente manera:
“Formar maestros desde el humanismo cristiano, con principios éticos,
pedagógicos y científicos, líderes comprometidos con la formación de seres
humanos, con la gestión del conocimiento y la proyección social, capaces de
transformarse y de transformar sus entornos”. Y se proyecta hacia el futuro
como “una institución educativa católica, líder en la formación de maestros
íntegros, capaces de impulsar procesos de transformación social”.
Para la Arquidiócesis
de Medellín constituye una enorme satisfacción y una gran responsabilidad esta
Normal, que se fundamenta en el “Evangelio como primer contenido de la mente,
en el testimonio como primera acción del espíritu y en el apostolado como
primer compromiso de vida”. En ella se han graduado más de 5000 maestros, que
han realizado o realizan su misión en numerosas instituciones educativas
oficiales y privadas, incluso a nivel nacional, dejando la impronta de su
calidad humana y profesional. Es útil imaginar en cuántas generaciones de niños
y de jóvenes pueden influir los maestros de nuestra Normal.
Al mirar la Normal
Superior Antioqueña pienso cómo, durante tantos años de dificultades sociales,
de crisis pedagógica, de desafíos económicos, esta Escuela ha sabido mantenerse
como un servicio eclesial de primer orden para la formación de docentes y como
un testimonio admirable de lo que el Evangelio potencia cuando es acogido por
la persona para lograr una educación integral. Es preciso reconocer el trabajo
de cuantos han hecho posible, a lo largo del tiempo, nuestra Normal como una
Escuela que forma en valores para no naufragar en la superficialidad, que
enseña a pensar críticamente para prevenir las soluciones fáciles, que infunde
el sentido de la responsabilidad social capaz de dar sentido a la vida. Para
ellos nuestra felicitación y gratitud.
Ante la urgencia de
construir una nueva sociedad con la luz y la fuerza del Evangelio, es preciso
cuidar la Normal de la Arquidiócesis. No basta recordar la historia, tenemos
también la obligación de mirar el futuro. Crear el futuro requiere visión
clara, unidad de intenciones, compromiso efectivo de todos. Por tanto, invito a
los directos responsables de la Normal a continuar con clarividencia y
entusiasmo la misión que han recibido. Así mismo, hago un llamamiento para que
prosigamos la prometedora cooperación entre todas las instituciones educativas
de la Arquidiócesis, en la que estamos empeñados. Finalmente, les pido a todos
los sacerdotes que aporten cuanto sea posible al mundo de la educación;
concretamente, lleven a la Norma,l buenos candidatos que se puedan preparar
para el magisterio. La educación es algo muy importante, para dejársela sólo al
Estado.