CUARESMA 2011
07 | 03 | 2011
El próximo miércoles, 9 de marzo, iniciaremos el camino cuaresmal que, con todos los cristianos del mundo, nos conducirá hasta la Pascua. Este comienzo está marcado por el gesto austero y simbólico de la imposición de la ceniza. Es un rito acompañado de una fórmula que entraña un apremiante llamamiento a reconocernos pecadores y a volver a Dios mediante la escucha de su Palabra, acogida con obediencia y docilidad. Es el anuncio esencial y la invitación urgente que hace Jesús al comienzo de su ministerio público: "Conviértete y cree en el Evangelio" (Mc 1, 15).
Se trata de un llamado
inaplazable a poner como fundamento de nuestra conversión personal y
comunitaria la adhesión decidida y confiada al Evangelio. Esto no puede
lograrse sino desde la fe, basada y conducida por la Palabra de Dios. En
definitiva, lo que debe ocuparnos en el tiempo de Cuaresma es la meditación y
acogida de la Palabra de Dios. Dejar que esta Palabra nos ilumine, nos juzgue y
que, por la fuerza del Espíritu Santo, nos cambie el corazón para que recibamos
el amor del Padre, siguiendo a Cristo dentro de la experiencia comunitaria de
la Iglesia.
En esto nos ayuda, de un
modo especial, la enseñanza que nos proporcionan los textos bíblicos de los
domingos de Cuaresma al hacernos recorrer las etapas del camino de la
iniciación cristiana.
De esta manera, la Cuaresma se presenta como una escuela
espiritual que nos permite asumir con renovado vigor nuestra identidad
cristiana, llevándonos a revivir nuestra fe, a intensificar la oración, a celebrar la misericordia de Dios, a crecer en
solidaridad con los pobres, hasta desembocar en la noche solemne de Pascua en
la que renovaremos la gracia y la alegría de nuestro Bautismo.
En este sentido, podemos
decir también que esta Cuaresma es otra oportunidad de continuar la preparación
al inicio de la Misión Continental que lanzaremos en todas las parroquias de la
Arquidiócesis en Pascua. Por tanto, les ruego que entremos en el espíritu de la
nueva evangelización y de la vida eclesial que queremos construir, despojando
este tiempo santo de exterioridades y de ritualismos inútiles.
Hagamos de él
una ocasión favorable para el encuentro con Cristo muerto y resucitado, para el
cambio de vida, para la experiencia de
la fraternidad y para aprender a vivir con profundidad y gozo las exigencias de
nuestra condición de hijos de Dios.
Cada mañana la liturgia nos
invita a entrar en oración con estas palabras: "Ojalá escuchen hoy su voz;
no endurezcan el corazón" (Sal 95,8). Esta exhortación, necesaria en todo
tiempo, se vuelve más actual y exigente durante la Cuaresma. En verdad, si
escuchamos al Señor y si le abrimos el corazón se creará en nosotros un
espíritu nuevo, renovaremos el rostro de la Iglesia, podremos vivir todos en
primera persona el misterio y el milagro de la Resurrección. Feliz y fructuosa
Cuaresma 2011.