PELIGRO DE AMBIGÜEDAD PASTORAL
12 | 03 | 2012
Vivimos un momento de
profundo cambio cultural. Cada día nos sorprende el rumbo que van tomando
ciertas visiones de la vida, las diversas formas con que se afronta la
realidad, la orientación que siguen algunas actividades e instituciones
sociales. Varios fenómenos afectan seriamente a la Iglesia: la agresión del
secularismo, la migración de católicos hacia diversos grupos religiosos o al
mundo de la indiferencia, la proliferación de propuestas espirituales
originadas en diferentes intereses, la presencia de supuestos sacerdotes que no
están en comunión con el Papa y que al esconder deliberadamente su verdadera
identidad generan confusión, la doble vida de algunos sacerdotes, la dispersión
y la falta de compromiso de tantos católicos sin auténtica fe y sin sentido de
pertenencia a la Iglesia.
Infortunadamente, ante
esta realidad, no todos en la comunidad católica tenemos una misma visión, una
posición definida y una actuación en comunión. Queriendo situarnos en un mundo
pluralista, llenar vacíos existentes, atraer a los que se han ido, complacer
gustos, hacer lo que resulta más cómodo o, en algunos casos lamentables,
obtener ganancias económicas, se llega a diversas prácticas pastorales, que si
bien pueden presentar algunos aspectos positivos o atrayentes, en general no
dan respuestas de fondo; más bien, en diversos sectores de la Iglesia, crean
desconcierto, generan equívocos y dispersan las fuerzas. En este sentido, se
podrían considerar, entre otras, las siguientes prácticas:
- El “sacramentalismo”
y el “devocionismo”. Varias parroquias funcionan solamente para administrar los
sacramentos o promover devociones, sin preocuparse de una seria evangelización,
de cuidar la vida comunitaria y de tener una proyección hacia el mundo, cayendo
en un ritualismo vacío.
- El individualismo
espiritual. Algunos promueven ciertas formas de religiosidad o espiritualidad o
determinados tipos de formación cristiana a través de los cuales congregan un
grupo de personas con el que prácticamente se aíslan en una “iglesia paralela”.
- El pentecostalismo.
Ante el deseo de llegar a las personas, de dar solución milagrosa a diversas
situaciones de la gente o aun de conseguir dinero, no pocos acuden a esta
práctica que viene del mundo protestante, con la que se termina engañando a
personas crédulas o sicológicamente débiles.
- La pastoral del
espectáculo. Se busca impactar en celebraciones para niños, jóvenes o adultos
con alguna necesidad. Todo está planeado: luces, sonido de alta definición,
cámaras de humo, efectos láser, transmisión en pantallas gigantes, música
impactante, “testigos” de conversiones o milagros, predicación emotiva. Mucho
“show”, poca salvación.
- El tradicionalismo.
En un momento de cambio, cuando se siente inseguridad para situarse en el
mundo, tiene gran acogida, especialmente entre personas de mente menos clara,
lo tradicional porque aparentemente es un refugio seguro. En realidad, promueve
una evasión hacia el pasado y traiciona la tradición que es una fuerza viva en
la Iglesia.
Con éstas y otras
prácticas semejantes estamos generando ambigüedad, desorganización pastoral y
dispersión de fuerzas. Más aún, estamos perdiendo un tiempo precioso, que no
volveremos a tener, para cumplir la misión que nos ha dejado el Señor. Es la hora
de dar una sólida formación cristiana, de injertar en la cultura el sentido de
la vida y la esperanza, de sembrar en la sociedad los valores indispensables
que aporta el Evangelio. Al celebrar los 50 años del Vaticano II, urge asumir
el discernimiento que entonces se hizo y seguir el camino eclesial que
posteriormente ha trazado el Magisterio. Es preciso tomar en serio la nueva
evangelización, con procesos para hacer discípulos y misioneros. Es necesario
unirnos en las líneas pastorales que la Arquidiócesis va encontrando y
proponiendo, como un camino seguro para
responder a lo que el Espíritu le dice hoy a la Iglesia.