UN PLAN PASTORAL PARA COLOMBIA
13 | 02 | 2012
Cada año, en febrero y
en julio, nos reunimos los obispos de Colombia para realizar la Asamblea
General del Episcopado. Este es uno de los momentos en los que cumple su
función la Conferencia Episcopal, como estructura eclesial que sirve de apoyo a
cada uno de los sucesores de los Apóstoles en el cumplimiento de la misión que
el Señor le ha encomendado. En un ambiente fraterno y de intenso trabajo, se
estudian diversos temas que tienen que ver con la vida de la Iglesia, con las
necesidades de las distintas diócesis o con la realidad del país.
Uno de los temas que
nos ha ocupado la mayor parte del tiempo, en la Asamblea de la semana pasada, ha sido la elaboración del
Plan Global de la Conferencia que irá de 2012 a 2020. Hace algunos años,
pensábamos que el Evangelio había penetrado en las estructuras sociales y en la
conciencia de las personas y que se tenía verdadera vida cristiana. Hoy, hay un
amplio sector que tiende a vivir como si Dios no existiera y pone en tela de juicio
la Iglesia y su enseñanza. Para otros católicos la práctica de la fe se ha
vuelto monótona y sin ningún dinamismo. Algunos más, aceptan una doctrina que
les resulta extraña y asisten a unos ritos que no entienden.
De otra parte, hay
muchas personas que tienen sed de espiritualidad y que necesitan un ambiente
propicio para una vida nueva, pero frecuentemente no encuentran esto en sus
parroquias y se van a buscar diversas experiencias en grupos y movimientos que
no están en capacidad de darles una respuesta integral y definitiva. Las
distintas diócesis sin alcanzarlo plenamente, a partir de la Misión Continental
y de los repetidos llamamientos a la nueva evangelización, han venido buscando
formas de responder a las preguntas que la gente se propone y metodologías
pastorales que permitan llegar adecuadamente con la propuesta del Evangelio.
Así vamos caminando entre dificultades y esperanzas.
Además, el momento que
vivimos en Colombia sigue siendo arduo y complejo. No obstante avances
significativos en la economía y en otros aspectos del desarrollo social,
continúa un conflicto crónico, que no permite que llegue la paz; crece la
inequidad; se pierden valores fundamentales y avanza una crisis cultural y
ética que afecta seriamente todas las instituciones. Se ve entonces la
necesidad no sólo de análisis serios, sino también de crecer en la unidad de
objetivos, de criterios, de metodologías, que nos permita potenciar las muchas
cosas positivas que se están dando y enfrentar con eficacia los grandes retos que
plantea la realidad social y la misión de evangelizar.
Nos hemos empeñado,
entonces, en la construcción de un Plan Global que, a lo largo de nueve años,
según señala su objetivo, ayude a “promover procesos de nueva evangelización
que formen discípulos misioneros, animen la comunión eclesial e incidan en la
sociedad desde los valores del Evangelio”. De un modo más concreto, hemos
establecido las metas correspondientes al primer trienio y las acciones para el
año que estamos empezando. Así, sin imponer nada a cada Iglesia particular, se
tiene una orientación general que da unidad y eficacia al trabajo pastoral en
todo el país.
Esta búsqueda y estas
propuestas de la Conferencia Episcopal, que luego tendremos ocasión de
compartir, muestran que las inquietudes pastorales que tenemos en la
Arquidiócesis de Medellín se sienten en todas las jurisdicciones eclesiásticas
de Colombia. Esto, además, situándonos consciente y responsablemente en la
coyuntura actual, nos anima a proseguir, dentro de la Misión Continental que
estamos realizando, una acción pastoral más coordinada, integral, procesual,
eficiente y a largo plazo. Continuemos el camino, con gozo y esperanza,
confiados en el Señor que prometió estar con nosotros (cf Mt 28,20).