LA FRATERNIDAD, FUNDAMENTO DE LA PAZ
10 | 02 | 2014
Desde Pablo VI,
hace casi cincuenta años, los Papas nos dirigen un mensaje en la Jornada
Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero. Reunidos estos mensajes forman
una pequeña enciclopedia sobre la paz: sus componentes, sus condiciones y sus
frutos. El mensaje del Papa Francisco para 2014 está dedicado al tema de la
fraternidad, como fundamento y camino para la paz. Este breve texto, que
debemos seguir reflexionando y aplicando a lo largo del año, es un buen resumen
de lo que ha dicho la Iglesia acerca de la paz, a partir del Concilio Vaticano
II.
La paz es
preciso entenderla en su verdadero sentido. No se trata simplemente del
silencio de las armas, de una ausencia de guerra o de una buena relación entre
los Estados. La auténtica paz es una cualidad de la vida personal y social que
define la realidad interior de cada ser humano, la convivencia en las familias
y la relación entre diversas instituciones y países. El Papa Francisco recuerda
aquello que sus predecesores ya habían expuesto ampliamente: la paz verdadera
implica el respeto de los derechos humanos, la justicia social, el cuidado de
las personas vulnerables y frágiles, el empeño serio de desarme, el respeto de
la naturaleza.
La paz no
resulta simplemente de una relación de fuerzas en la sociedad, nacional o
internacional, sino de una sólida cultura de paz, que toque los espíritus y que
requiere un cambio de mentalidad y de corazón.
Por eso, el Papa establece una fuerte relación entre la construcción de
la paz y la enseñanza social de la Iglesia. La lucha contra la pobreza es un
preámbulo a la fraternidad y a la paz. El acento hay que ponerlo sobre la lucha
contra las desigualdades excesivas, sobre la resistencia a la avidez de bienes
materiales y contra el empobrecimiento de las relaciones interpersonales, que
aparecen evidentes en la insensibilidad social, en el consumismo, en la
corrupción y en la actuación de las mafias.
La realidad que vivimos nos muestra que nos falta mucho para llegar a la verdadera fraternidad. Hoy, en efecto, a las guerras marcadas por los enfrentamientos armados, se unen otras guerras que se combaten en el campo económico y financiero con destrucción también de vidas, de familias y de empresas. Está, igualmente, el drama lacerante de la droga, que mata a unos para que otros se lucren. Del mismo modo están presentes el abuso a menores, la esclavitud en diversas formas, la vida sin condiciones dignas de tantas personas, que incluso se llegan a mirar como “desechables”.
Seguimos
constatando con dolor que son numerosos los síntomas de que la violencia arde
en el corazón. Lo muestran las pasiones que despierta la política, generando
agravios y enfrentamientos; ante la inseguridad, la criminalidad y el robo
queremos hacer justicia por nuestras propias manos; la mentalidad de agresión y
autodefensa recoge un gran consenso en la ciudadanía. Frene a estos hechos, son
muy necesarios la intervención de los cuerpos armados del Estado que con
respeto y honestidad presten su servicio y el ejercicio oportuno de la
autoridad legal y la justicia, pero sobre todo es indispensable crear un clima
y una cultura de fraternidad.
Debemos abrirnos a una vida fundada sobre el desapego de las cosas y sobre el compartir que demuestre la fraternidad con los otros. La fraternidad es universal y no puede estar limitada a los miembros de “mi” grupo. “La verdadera paz entre los hombres supone y exige una paternidad trascedente”. Esta frase, ya presente en la enseñanza de otros Papas, significa simplemente que la fraternidad no encuentra en ella misma las razones de su universalidad. La fraternidad abierta a todos puede ser realmente iluminada y mantenida desde Dios. Es así como salimos de la superficialidad y la indiferencia para compartir todos como hermanos y para lograr que la vida esté llena de alegría y de esperanza.