NO NOS TRANQUILICEMOS, LA VIOLENCIA NO SE HA ACABADO
09 | 09 | 2013
Parece que en
nuestra sociedad nos inquietamos solamente cuando se recrudece la violencia porque
afecta nuestros bolsillos o nuestra habitual indiferencia. Por eso, en Medellín, cuando periódicamente se da
una tregua momentánea por acuerdo entre las bandas criminales nos parece que ya
se superó el problema. Primero, el problema no es la violencia; ella es la
manifestación del problema. Segundo, la violencia no se ha acabado todavía;
está en la sociedad, está en muchos hogares, está en el corazón de cada uno de
nosotros. Nos lo prueban los hechos nacionales e internacionales de estos días.
Mientras no haya una voluntad decidida de todos, seguiremos aplicando
soluciones parciales que no llegan al fondo y seguiremos mintiéndonos con
diálogos e iniciativas frecuentemente motivados por intereses personales.
Conocemos bien lo que tenemos que aportar para que haya paz: salir
del egoísmo y trascender, hablar y actuar
con la verdad, respetar la vida y la dignidad de los demás, comprometernos con un
desarrollo integral y para todos. Estamos celebrando la Semana por la Paz 2013, que nos hace pensar que la paz es posible,
que es un deber común y que no podemos demorar más las actitudes y las acciones
que pongan fin a una situación de violencia que lleva décadas maltratando un
pueblo y segando vidas inocentes. Es un momento en el que, convocados por la
Iglesia Católica, se unen tantas organizaciones sociales, diversos medios de
comunicación, muchas instituciones educativas y, en general, las personas de
buena voluntad para hacernos conscientes de cómo debemos trabajar todo el año y
toda la vida por la paz.
Trabajar por la paz es empeñarnos en ser personas honestas y
responsables, en construir familias donde se aprenda a respetar la dignidad y
los derechos de los demás, en ser una sociedad equitativa y acogedora, en tener
un ideal y un pacto social que nos permitan caminar juntos, en descubrir desde
Dios el sentido y la forma de encaminar la historia; estos son algunos senderos
que llevan a la paz. Nos alegramos cuando merman los asesinatos,
pues cada vida que se le arrebata a la violencia debe ser motivo de fiesta.
Pero la paz es mucho más que ausencia de muertes. Debe ser el bienestar
integral de todos, que se da cuando logramos superar el egoísmo que nos
enfrenta para conseguir poder, dinero o placer al precio de la tranquilidad, de
la dignidad y hasta de la vida de los demás.
Quisiera proponer
que aprovecháramos, de un modo particular, la tregua que se está viviendo entre
“bandas” y “combos” en Medellín para que no sea otro momento de evolución y
reorganización de la violencia, sino un verdadero comienzo de la paz. La
violencia no se ha acabado, pero podemos acabarla. En este sentido, hago seis
invitaciones apremiantes, pues no podemos continuar más tiempo destruyéndonos y
matándonos. Las hago confiado en la capacidad que todos tenemos de responder a
nuestra conciencia y de comprometernos con el bien común. Las hago en nombre de
Dios, porque está en juego la vida de muchos y la causa de toda la sociedad.
Primera: que todos trabajemos seriamente en nuestra conversión. Si cada uno no se responsabiliza de sí mismo y se pone en un estado de permanente construcción en la verdad y el bien nunca lograremos ser un pueblo unido, pacífico y desarrollado.
Segunda: que
quienes se han organizado como grupos violentos depongan las armas y se
entreguen. La vida que llevan no es vida. La sociedad quiere la paz y sabrá
acogerlos y acompañarlos en un camino de reconciliación y reintegración social.
Tercera: que nos empeñemos
todos en ayudar a quienes, de alguna forma, todos hemos llevado a la violencia,
ofreciéndoles oportunidades de educación, de trabajo y de participación en la
comunidad.
Cuarta: que nos
comprometamos en serio a promover la familia y la educación. Son instituciones naturales
e indispensables que no admiten ideologizaciones. Trabajar por ellas es
construir gente nueva y prevenir la prolongación y acrecentamiento del
conflicto.
Quinta: que
todos aportemos con responsabilidad social lo que tenemos: conocimientos,
capacidad de servicio, recursos de diversa índole. Imposible una recuperación
de nuestra sociedad sin el concurso del gobierno, de las organizaciones
sociales, de las empresas económicas, de las instituciones académicas, de los
medios de comunicación.
Sexta: que mantengamos la esperanza. Lo que hemos sufrido es un aprendizaje para llegar a una sociedad más justa y más humana. No nos cansemos, entonces, de soñar y de impulsar un nuevo orden de cosas, donde todos podamos vivir en paz.