REFLEXIONES ANTE UNA NUEVA ADVERSIDAD
28 | 10 | 2013
En el
momento en que escribo no han acabado de encontrar las personas desaparecidas
recientemente cuando se desplomó el edificio Space en el sector de El Poblado. Siguen muchas familias
desalojadas padeciendo las duras consecuencias de este lamentable accidente.
Los habitantes de la ciudad continuamos conmocionados por una tragedia que no
se esperaba y que deja interrogantes e incertidumbres. Seguimos todos
acompañando de corazón a quienes están sufriendo la pérdida de seres queridos.
Nunca haremos bastante por aprender y vivir la
solidaridad. Más allá de nuestras diferencias como seres humanos, hay una
realidad común y existen diversas situaciones que nos exigen vivir la unidad.
Desde esta perspectiva, no podemos sino compartir siempre las necesidades y los
sufrimientos de otros. La solidaridad nos hace humanos porque nos permite salir
de nosotros mismos, nos hace ver que no son tan grandes las barreras que nos
separan de los demás y que todos estamos constantemente expuestos a los mismos
males y al mismo dolor.
Cuidemos la
honestidad y la responsabilidad en nuestro trabajo. Lo que producimos tiene siempre una destinación social.
Muchos se benefician o se perjudican, según la calidad, de lo que hacemos. Una
ligereza, una ignorancia, una búsqueda impropia de ganancia, en cualquier campo
profesional, pueden generar males irreparables para los demás. Pensemos siempre
que en nuestro trabajo está comprometida la vida y el bienestar de muchas
personas.
Cultivemos nuestra
confianza en Dios. La fe nos hace capaces de pasar por todas las
pruebas y de vivir con esperanza. Quien construye su personalidad y su vida sin
una referencia a Dios se queda sin una luz y una fuerza indispensables para los
momentos en los que se experimentan la soledad, la impotencia y el dolor. Desde
Dios comprendemos que la oscuridad permite que luego refulja más el sol. Con
Dios podemos conectarnos mejor con la realidad y somos capaces de consolar a
otros. Es Dios quien hace concurrir todas las cosas en bien de los que le aman
(cf Rm 8,28). Sólo Dios es roca que no se derrumba (cf Sal 18,2).