LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO LLENA EL CORAZÓN
02 | 12 | 2013
El Papa Francisco, como
bien sabemos, ha publicado su primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el pasado 24 de
noviembre. En ella asume las reflexiones y proposiciones que surgieron en el pasado
Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe
cristiana. En este documento, amplio pero de fácil lectura, además de la
evangelización y la justicia social que son los núcleos centrales de su
exposición, se refiere a múltiples temas, tales como la vida, la familia, el
amor misericordioso de Dios, la celebración de los sacramentos, la reforma de
instituciones eclesiales, el ecumenismo, la persecución de los cristianos. Además,
aparecen diversas reflexiones muy suyas, que ya ha compartido en otras
ocasiones. Estamos ante un texto que debemos acoger con gratitud y aplicar con
cuidado a nuestra realidad eclesial y pastoral.
La Exhortación ha sido
recibida con entusiasmo por la Iglesia, casi como un instrumento programático, y
con cierta incomodidad por algunos grupos del mundo económico, donde no se
aceptan fácilmente las afirmaciones del Papa, que habla de una economía que
mata y califica el sistema actual de “injusto
en su raíz”, pues en él predomina “la
ley del más fuerte” con un “mercado
divinizado” donde imperan la “especulación
financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”. De
esta manera, muestra los daños causados por la “desigualdad, el consumismo y la teoría económica del derrame”.
Llega a afirmar que la actual cultura del descarte ha creado algo nuevo: “los excluidos no son explotados, sino
desechables, sobrantes”.
El tema de la
evangelización, que sigue el hilo de la Evangelii
Nuntiandi y en el que se insinúan las líneas expuestas en Puebla y
Aparecida, se desarrolla bajo la dimensión de la alegría. Esta palabra aparece
59 veces en el documento. El Papa Francisco propone cosas muy concretas y de
gran fondo: recuperar la frescura original del Evangelio, encontrar métodos
creativos para no encerrar a Cristo en “esquemas
aburridos”, acoger el momento de gracia que la Iglesia está viviendo y “reencontrar una metodología común”,
hacer crecer la responsabilidad de los
laicos y darle mayor espacio a los jóvenes y a las mujeres, asumir una
conversión pastoral y una reforma de estructurales eclesiales que no deje las
cosas como están, pasar de una visión
burocrática de la pastoral a una perspectiva misionera y en estado permanente
de evangelización.
Estamos,
pues, ante un fuerte llamamiento para impulsar una nueva etapa
evangelizadora marcada por la alegría, en la que todos los bautizados, con fervor y dinamismo, llevemos a los demás el amor de
Jesús venciendo “el gran riesgo del mundo
actual”. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora
oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro,
de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.
Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio
para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no
se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el
bien.
En
nuestra Arquidiócesis, dentro del proyecto de la Misión Continental, estamos
empeñados en generar un espíritu vigoroso de fidelidad al Evangelio y de
compromiso apostólico, en poner en marcha verdaderos y permanentes procesos de
evangelización a partir de nuestros programas pastorales, y en promover una
reorganización de las estructuras pastorales. Por tanto, la Exhortación Evangelii Gaudium nos llega como un
verdadero don de Dios en este momento, confirmando nuestros propósitos y pidiéndonos,
una vez más, que salgamos de nosotros mismos, que huyamos de la mundanidad, que
tengamos la audacia de ser creativos y que miremos hacia delante aunque haya
dificultades. Debemos sentir, como dice el Papa, que la alegría del Evangelio llena
el corazón como un brote de luz, por la certeza de ser infinitamente amados por
Dios.