02 | 06 | 2014
Para la realización de nuestra identidad
eclesial y para asumir debidamente nuestra misión pastoral como Iglesia
Católica es fundamental que conozcamos el contexto social, cultural y religioso
en que nos movemos. Esto nos permite atender a las necesidades esenciales de
las personas, ofrecer propuestas válidas y actuales de evangelización, emplear
un lenguaje comprensible y entablar un diálogo y unas relaciones adecuados con
diversos sectores de la sociedad. A partir de la lectura de algunos textos, recojo, de un modo libre,
las siguientes reflexiones que pueden ser útiles en el proceso de
evangelización que estamos recorriendo.
1. En primer lugar, conviene constatar que la
situación que vivimos muestra, una vez más, que el hombre es un ser religioso.
Podemos decir, incluso, que la dimensión religiosa es un aspecto constitutivo
de la persona; por eso, aunque varíen las formas en que se manifiesta, se
encuentra en los seres humanos de todos los tiempos y de todos los lugares. Un análisis introspectivo del espíritu humano lleva
a ese punto misterioso en el cual el hombre encuentra lo divino. La religión
responde a una de las relaciones básicas con que tiene que enfrentarse la
persona para descifrar el misterio de su propia existencia: la trascendencia. Más
aún, esta última relación ilumina y da forma a las demás. Por tanto, la
religión en cuanto libera hacia lo trascendente o la irreligión en cuanto
encierra en su propio sentido inmanente, son inspiradoras de los demás órdenes
de la cultura: familiar, económico, político, artístico, social. Por lo mismo, aunque a veces pueda pensarse lo contrario, el
fenómeno religioso no ha muerto. Estamos más bien ante una transformación de
creencias, prácticas, rituales, símbolos y comportamientos, pues se busca
responder a la necesidad de Dios con una religiosidad funcional, etérea y
ligera.
2. En Colombia, ciertamente, va creciendo un marco
de secularización, que propone un estilo de vida en que Dios no hace falta; se
actúa como si Dios no existiera y la fe se la reduce a la espera de la opinión
u opción privadas. Es la pretensión ideológica de llegar al “ateísmo” de masas
o al menos a la emancipación de la moral, la ciencia, la política, la economía
y el arte de la influencia de la religión. Se quiere que cada una de las
esferas institucionales adopte una función particular en la sociedad, que la
racionalización desencante la cosmovisión que se ha tenido y que la sociedad se
libere del mundo sobrenatural para comprometerse con los asuntos de este mundo.
Esta realidad va apareciendo, sobre todo, en la población de estrato alto, particularmente
en la juventud masculina, para contabilizar un 8% aproximado de quienes se
declaran ateos o agnósticos. El influjo cultural laicista se ve, especialmente,
en la autonomía que asume un sector en crecimiento frente al sistema de los
valores católicos y que aparece, por ejemplo, en la despenalización del aborto,
la legalización de las parejas homosexuales, la aceptación de una cosmovisión
que atiende más a la ciencia que a la religión cuando estas entran en
conflicto.
3.
Sin
embargo, en la sociedad colombiana se mantiene un interés por lo religioso e
incluso proliferan los nuevos movimientos religiosos. Esto lo explican los
sociólogos por la naturaleza paradójica de la modernidad, que, de una parte,
induce un proceso de secularización y, de otra, presenta una utopía que
alimenta horizontes de lo religioso y de lo mágico en búsqueda de la salvación
futura, que la racionalización quería destruir. Así la modernidad estimula
simultáneamente la desacralización y los nuevos cultos. La modernidad suscita
expectativas que no llena, motiva deseos para los que no tiene respuesta. Ahí
quedan los espacios para que prosperen propuestas que ofrecen felicidad y prosperidad,
en esta vida y en el más allá. El proceso de secularización no ha generado
todavía un crecimiento drástico de increencia, ni un declive masivo de las
prácticas religiosas, sino más bien una recomposición de las fuerzas
religiosas. Estamos ante un proceso de pluralización religiosa en Colombia con
variables de tipo demográfico, regional y socioeconómico. Este proceso afecta
de modo particular a las nuevas generaciones que están asociadas a mayores
oportunidades de acceso a ideas que se alejan de la tradición, gracias a la
globalización de las comunicaciones.
4. La mayoría de los colombianos se sigue considerando
“creyente” (94,1%); el 58,2% de la población se considera creyente practicante y
el 35,9% creyente pero no practicante; el 85% considera que la religión es
importante o muy importante en su vida. Por tanto, en la mayoría de la
población se mantienen las prácticas religiosas. Incluso hay un carácter
cristiano que permanece en la sociedad colombiana: cerca de un 90% se
identifica con alguna vertiente del cristianismo (catolicismo, protestantismo,
pentecostalismo). Esto muestra una recomposición religiosa con un cristianismo
en mutación, donde la Iglesia Católica ha dejado de ser el único referente.
Aunque todavía es alto el porcentaje también lo es el descenso, pues sólo el
70.9% de la población se considera católica, seguida por un 16.7% de personas
vinculadas a lo que podríamos llamar la “diversidad protestante”. Es de notar
que el catolicismo sigue siendo la matriz principal del sistema de creencias y
valores del pueblo; pero que no todos los que se dicen católicos lo son de
verdad pues un sector tiene la libertad de mezclar el catolicismo con otras
ideas y creencias, “personalizando” su manera de ser católicos.
5. Este proceso de subjetivación del creer hace ver
que aunque la mayoría de los colombianos
son católicos por tradición, buena parte son católicos “nominales” o “pasivos”;
católicos que tienen un frágil sentido de pertenencia a su Iglesia y que
raramente participan en celebraciones religiosas. El 39,1% de los católicos
dice no ser practicante. Los católicos “nominales” frecuentemente toman
distancia frente a las orientaciones de la Iglesia, van abandonando las
prácticas religiosas y hacen caso omiso de la moral familiar y social. Hay
también un catolicismo popular, independiente de los estratos sociales, que se
caracteriza por la informalidad y por los eventos emotivos, a cuyo servicio
están movimientos e instituciones, que no tienen nada que perder y sí mucho que
conseguir y por eso se adaptan y ceden a las exigencias del público. El
crecimiento de este tipo de católicos muestra la erosión progresiva de los
mecanismos de la transmisión de la fe, explica la pérdida de la memoria
cristiana y evidencia una forma de secularización en cuanto aparece la
autonomía que se va tomando frente a los principios y valores del catolicismo.
6. El acelerado proceso de transformación de su
universo religioso que experimenta la sociedad colombiana se percibe también en
un constante crecimiento de los nuevos movimientos religiosos, especialmente
del movimiento evangélico pentecostal, que tiene incluso gran influencia en algunos
sectores de la Iglesia católica. La multiplicación de sectas y grupos
religiosos y el surgimiento de prácticas alternativas con propuestas de sentido
a partir de filosofías o ideologías son un signo de la ruptura entre la cultura
y las religiones tradicionales y también de la búsqueda de nuevas formas para
vivir cómoda o emotivamente la dimensión religiosa. Casi siempre es una oferta
personal que responde a la situación concreta de sufrimiento o soledad, de
curiosidad o de deseo de purificación que vive la persona. Con frecuencia,
surge a partir de la experiencia de un líder en el que supuestamente se hace
presente la voz de la trascendencia. Después se forma un grupo con una
sicología que lleva al fundamentalismo y al fanatismo. El grupo tiene también gran
incidencia pues respalda al líder, convoca a otros y genera compañía y sentido
de pertenencia.
7. Existe, además, lo que hoy se llama la “nebulosa
mística-esotérica” que incluye prácticas inspiradas en las grandes religiones
orientales, en movimientos de autoayuda o superación personal que toman
elementos de psicoterapia y los combinan con prácticas de tipo religioso,
prácticas astrológicas y mágicas. Los consumos religiosos de la nebulosa
místico-esotérica están marcados por la subjetividad del creer, por la sociedad
de consumo, por la necesidad de encontrar fórmulas prácticas para “mantener la
armonía” o la salud frente a las tensiones sociales. Esta dinámica no implica
necesariamente un carácter colectivo, la asumen personas que mantienen su
filiación religiosa institucional, dando lugar al sincretismo. La subjetividad
en este campo no es absoluta pues hoy los nuevos dispositivos tecnológicos de
la comunicación pueden promover, a través de redes sociales, la validación
comunitaria del creer. La nebulosa mística-esotérica y los grupos de tipo
pentecostal comparten afinidades; ambos son movimientos híbridos donde se
debilita la separación entre las creencias cristianas y otras tradiciones
religiosas; ambos asocian la prosperidad económica, el bienestar y la vida
saludable como aspectos propios de la espiritualidad, que se pueden alcanzar
por medio de la fe o de una actitud positiva.
8. Otro dato de la
fenomenología religiosa en Colombia es que la increencia aumenta en los
sectores que tienen mejores condiciones económicas y culturales, favorecida por
un debilitamiento de la presencia de la Iglesia, el anonimato urbano, las
mayores posibilidades de interacción con sistemas culturales diversos y las
mejores oportunidades de educación. Por las ventajas económicas de que gozan, se
inclinan menos a ofertas religiosas mágicas y pentecostales. Es bueno tener en
cuenta también que las minorías religiosas mantienen un mayor compromiso. Por
ejemplo, el 76,3% de los protestantes se
declaran creyentes practicantes y el 73,7% asiste al culto al menos una vez en
la semana. Esto demuestra cómo los nuevos movimientos constituyen “minorías
religiosas activas”, que a pesar de su carácter minoritario alcanzan poder
político e impacto social gracias al compromiso y disciplina de sus fieles. A
veces las minorías activas, al participar en política o al hacer presencia en
los medios de comunicación, tienen un impacto social comparable o superior a
las mayorías católicas pasivas. Esto puede verse también en el declive de los
contenidos religiosos en las artes, en proyectos culturales o científicos y en
la vida social.
9. La realidad, anteriormente expuesta, muestra
cómo la Iglesia Católica queda situada en un Estado laico, que no está
vinculado con ninguna religión o cosmovisión. La religión se ubica no en el
espacio político, sino en la sociedad civil, es decir, en el ámbito de la libre
asociación fuera del marco estatal. La vida religiosa queda reservada al
individuo que puede tener cualquier ideología, creencia o religión, para
encontrar sentido y orientar su vida. Así la secularización va generando una
situación nueva para el hombre de hoy. Secularismo y pluralismo caminan juntos,
lo mismo que sincretismo e indiferencia religiosa. Los ambientes más
influenciados por el secularismo son los de la cultura, el trabajo, la investigación
científica, la educación y las nuevas tecnologías de la comunicación.
Igualmente, la Iglesia debe hacer frente hoy a los fenómenos del urbanismo y el
desplazamiento, que de por sí no destruyen la religiosidad, pero inducen a
muchos a abandonar su cultura, sus tradiciones religiosas, sus convicciones
morales. Así, en un ambiente secularista, se va dando una nueva manera de
vivir, frecuentemente sin reflexión y con ocasiones de evasión y aislamiento
10. La Iglesia vive también la situación creada por
el hecho de que el mercado ha entrado en el mundo de la religión. El consumismo
que se ha apoderado de la comunicación y está al servicio del tener y del
placer ha encontrado un campo jugoso en el universo religioso. Se ofrecen
productos “religiosos” o “espirituales” como camino a la autorrealización
fácil, que puede comprarse. El mercadeo religioso se adapta y cede a todo, pues
también en este caso vale el criterio consumista: “El cliente siempre tiene la razón”. De ahí el interés en ofrecer
emociones, éxtasis, fórmulas mágicas de bienestar, diversión, productos
milagrosos, etc. No obstante el porcentaje de fieles que se va a los nuevos
movimientos o propuestas religiosas, la Iglesia Católica mantiene cierta estabilidad
por la presencia de personas adultas y de la tercera edad. Sin embargo, toda la
realidad anteriormente señalada está afectando de diversa manera a los distintos
grupos humanos y especialmente a los jóvenes y a las mujeres, sin que en la
Iglesia se haya hecho un estudio preciso y se busquen respuestas adecuadas y
pertinentes.
11. La conclusión de estos datos y de estas
reflexiones es que no estamos suficientemente preparados para responder al
cambio cultural y a la pluralización religiosa en nuestra sociedad. En general,
las reacciones que, más o menos, individualmente se van dando han sido el
abierto e impotente rechazo a lo que pasa, el ignorar sistemáticamente la
realidad y contentarse con lo que es posible mantener y el asumir
indiscriminadamente lenguajes y elementos de las nuevas propuestas religiosas creyendo
que así se responde a las actuales exigencias pastorales. El gran desafío de la
Iglesia es ser una opción para llenar los vacíos que deja una modernidad
incapaz de cumplir sus promesas, una situación social inequitativa, un mercadeo
religioso engañoso y un Estado con una frágil estructura institucional. Las
parroquias y las instituciones de la Iglesia están llamadas a ofrecer, con
creatividad y prontitud, alternativas para un camino espiritual que lleve a la
vida en abundancia que nos trajo Cristo. No podemos perder el tiempo y las
oportunidades que nos quedan para que la nueva evangelización aparezca concretamente
en la presentación del mensaje, en procesos de iniciación cristiana, en la
formación de pequeñas comunidades, en una vida litúrgica atrayente y en un
efectivo servicio de la caridad.
HERVIEU LÉGER D., La religión, hilo de
memoria, Herder, 2005; MARDONES J.M., Para
comprender las nuevas formas de la religión, Verbo Divino, 2009; BELTRAN
W.M., Descripción cuantitativa de la
pluralización religiosa en Colombia, UNC, 2013; CEC, La Iglesia en Colombia,Vol 2 La realidad que nos interpela 2009