ACOMPAÑAR A LAS FAMILIAS ES UNA PRIORIDAD
09 | 02 | 2015
La Conferencia Episcopal de Colombia ha querido
realizar, como una preparación al próximo Sínodo de los Obispos, su reciente
Asamblea sobre el tema: “La vocación y la
misión de la familia en la Iglesia que peregrina en Colombia”. La crisis
que viven muchos hogares, el temor al compromiso del matrimonio por parte de
tantas parejas, la deficiente preparación de los novios para este estado de
vida, el alto porcentaje de niños que nacen sin una verdadera familia que los
acoja y el ambiente cultural que rodea a esta institución fundamental, muestran
la importancia y urgencia de este tema.
La familia, constituida a partir del matrimonio, es
una realidad primordial en la vida de las personas, es un sillar básico de la
sociedad, es una escuela de humanismo, es un verdadero patrimonio de la
comunidad humana. Por tanto, todas las organizaciones sociales deben tener por
ella la máxima consideración y promover los valores y exigencias que le son
inherentes. Cuando la Iglesia Católica la protege y la defiende no está en contra
de nadie, sino a favor de todos: de la vida, del amor, de los niños, de los
jóvenes, de una sociedad bien constituida y con futuro.
El apoyo de la Iglesia a la familia se orienta,
ante todo, a mostrar su verdadera naturaleza, puesto que no es una construcción
jurídica o sociológica que alguien ha inventado, sino que se inscribe en la
misma estructura de la persona humana creada en la doble riqueza de varón y
mujer y llamada a vivir la vida de amor que es Dios. La Iglesia sabe que así
defiende la dignidad, la mejor forma de realización y el destino trascendente
de todo ser humano. Ayuda, igualmente, a purificar, a madurar y a llevar el
amor más allá de sí mismo, para que sea fuente de alegría verdadera.
Las diversas formas actuales de desintegración del
matrimonio, como las “uniones de hecho”, los llamados “matrimonios exprés”, los
“pseudo matrimonios” de distinto tipo son manifestaciones de una libertad
anárquica que se funda en la trivialización del cuerpo y en la afirmación de
que cada uno pueda hacer de sí mismo lo que quiera; pero esta forma de pensar
termina dividiendo la persona, conculcando su dignidad y arruinando las
posibilidades de verdadera felicidad y de fructuosa integración en la comunidad
humana. No debemos temer ir, a veces, contracorriente para salvar el matrimonio
y la familia.
Además del magisterio de la Iglesia, es muy
importante llegar a que los esposos y padres católicos testimonien con valiente
coherencia los frutos de la espiritualidad cristiana en sus vidas y en sus
hogares. Este testimonio y compromiso público de las familias cristianas es
fundamental para reafirmar el valor de la vida humana, la misión insustituible
de la familia y el derecho a medidas legislativas y administrativas que
sostengan a los hogares en su tarea de engendrar y educar a los hijos y en su
aporte insustituible para que la sociedad viva los auténticos valores humanos.
Tenemos, entonces, que entrar decididamente en una pastoral familiar bien estructurada y efectiva en la Arquidiócesis de Medellín. En este sentido, pido encarecidamente cinco cosas posibles y muy concretas: 1) Respaldar los Centros de Pastoral Familiar que están iniciando. 2) Realizar en todas las parroquias alguna iniciativa de pastoral familiar. 3) Enseñar a los jóvenes lo que significa la vocación matrimonial. 4) Buscar la forma de acompañar a las parejas que pasan por alguna dificultad. 5) Formar agentes de pastoral familiar, especialmente entre los mismos esposos católicos.