VEINTICUATRO HORAS PARA EL SEÑOR
23 | 02 | 2015
En el mensaje para la Cuaresma de 2015, el Papa Francisco nos ha llamado a combatir la “globalización de la indiferencia”. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios, ha escrito, es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Luego constata: “Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir”. Entonces, se pregunta: “¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?”
Como una de las respuestas a este interrogante, teniendo
presente la fuerza de la oración, ha expresado el deseo de que en toda la
Iglesia, también a nivel diocesano, se celebre la iniciativa “24 horas para el Señor”. Esta propuesta
fue lanzada el año pasado por el Pontificio Consejo para la nueva
Evangelización y tuvo una gran acogida en numerosas diócesis del mundo. Ahora
se invita de nuevo a su realización los días 13 y 14 del próximo mes de marzo.
Se quiere que, durante este tiempo, los templos estén abiertos para la
adoración eucarística y para que,
quienes lo deseen, puedan celebrar el sacramento de la Reconciliación.
Se sugiere comenzar con una liturgia penitencial la tarde del
viernes y concluir con una celebración de acción de gracias al final del
sábado. Sin embargo, en nuestra Arquidiócesis dejo al criterio de los párrocos
programarla de esta manera o solamente durante las horas del día, de acuerdo
con las circunstancias y posibilidades de las parroquias. Lo importante es
unirnos a toda la Iglesia poniendo en el centro de la nueva Evangelización y de
la Cuaresma la oración y el sacramento de la Penitencia. El tema que se sugiere
para orientar y vivir estas horas con el Señor está tomado de la Carta de san
Pablo a los Efesios (2,4): “Dios rico en
misericordia”.
El Santo Padre dice: “Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia,
quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de
formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (DCE, 31). Tener un corazón
misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser
misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero
abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los
caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un
corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro”.
Procuremos motivar y realizar adecuadamente esta
Jornada de Oración y Confesión para que no sea una actividad más, sino una
verdadera ocasión de formar discípulos, que renuevan profundamente el corazón.
Del corazón renovado viene el hablar con la verdad, el compartir lo que se
tiene, el no dejarse llevar por el rencor y la agresividad, el evitar la
maledicencia. De otra parte, quienes vivan de verdad esta celebración se hacen
misioneros para proponer a otros la experiencia de la reconciliación con Dios,
comunican la alegría que da el recibir el perdón del Padre y el volver a tener una
amistad plena con él. Quien experimenta la misericordia de Dios siente el
impulso para sembrar el amor y la reconciliación entre los demás. Se hace,
también él, rico en misericordia.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín