CONVIRTÁMONOS
02 | 03 | 2015
Es una gracia que cada año, durante la Cuaresma, Dios nos llame, de un modo especial, a la conversión. La conversión no es algo que incomoda y agobia, sino la posibilidad que tenemos de renovarnos, de transformar la vida, de relanzar nuestro proyecto personal y social. Es un proceso de creación en la verdad y el bien, que realiza en nosotros el amor de Dios cuando permitimos que entre y construya nuestro ser. Por tanto, en nombre de Dios, dirijo a todos una apremiante invitación a la conversión.
Invito a
los sacerdotes, incluyéndome yo mismo, a la conversión. El quiere que no
llevemos una vida mediocre o doble, que seamos conscientes del don tan grande
que hemos recibido y de la necesidad que la gente tiene de nuestro testimonio y
de nuestro servicio. No estamos para disfrutar nuestro ministerio sino para
entregar la vida por los demás.
Invito a
las parroquias a la conversión. Necesitamos comunidades vivas, fraternas y
misioneras en las que los religiosos y los laicos, en torno a los párrocos,
vivan la comunión y la participación. Parroquias que sean centros permanentes
de evangelización y de oración, comunidades que vivan e irradian el amor, particularmente
entre los más necesitados.
Invito a
las familias a la conversión. Que el Espíritu Santo les permita mirar con ojos
nuevos la belleza del hogar, su contribución fundamental en la sociedad y su
misión irremplazable para formar personas equilibradas y felices. Opónganse a
la anticultura del egoísmo y de la muerte y sean testigos del Evangelio de la
vida.
Invito a
quienes están vinculados a bandas y grupos criminales a la conversión. Hasta
cuándo vamos a continuar destruyéndonos unos a otros con la violencia y la
extorsión. Déjense sanar y transformar por el Señor; ábranle el corazón y
encontrarán la vida. Lo que están viviendo no es vida. La sociedad los acoge,
pero sin armas y sin crímenes.
Invito a
los políticos, los jueces, los policías y todos los servidores públicos a la
conversión. La sociedad les pide que sean honestos y que se comprometan en
serio con el bien común. Su oficio tan noble e importante no puede estar
contaminado con la mentira, la corrupción y las obras del mal. Es hora de trabajar
unidos para tener una patria en paz.
Invito a
los empresarios y dirigentes sociales a la conversión. No se encierren en los
intereses mezquinos del egoísmo y la codicia. Hay más alegría en dar que en
acumular. Estén atentos a no caer en la tentación de la indiferencia que nos
hace insensibles frente al sufrimiento de los demás. Cambien su corazón por un
corazón como el de Dios.
Invito a
los jóvenes a la conversión. Den el paso a un compromiso valiente con los
grandes ideales que los hacen personas dignas y constructores de un mundo
justo. Apártense de la superficialidad, de las drogas y de la violencia como de
enemigos siniestros. El mundo necesita que tengan la alegría y la esperanza de
vivir.
Invito a
todas las personas de buena voluntad a la conversión. Cuando Dios entra en la
propia vida, caen muchas cosas que nos destruyen y comienzan dinamismos nuevos
que nos llevan a la libertad, a la armoniosa relación con los demás y a la
alegría. No hay necesidad de cargar siempre con odios, envidias, remordimientos
y frustraciones. Volvamos a Dios y comencemos una vida nueva.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín