LA CASA ES DE TODOS
30 | 06 | 2015
La encíclica “Laudato Si”, que nos acaba de
dar el Papa Francisco y que ha sido objeto de tantos comentarios, afronta
numerosos temas y hace serios llamados a la humanidad. Aunque el problema
ecológico ya había sido tratado por otros Papas en su relación con la paz, con
la lucha contra el hambre y la sostenibilidad del desarrollo, es en este
documento pontificio donde, de modo particular, la defensa de la creación es
elevada a la categoría de deber moral para con Dios y para con los demás. Es un
texto que debemos estudiar a fondo y trabajar seriamente por aplicarlo.
El Papa Francisco asume el término
“ecología” no con un significado común y superficial, sino con una mirada
profunda que enfoca la totalidad. Por eso reitera que todo está interconectado,
que el mundo es un ecosistema en el que no se puede actuar sobre una parte sin
que el todo se resienta. La “ecología integral” nos muestra que “son
inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior”. En efecto, “no hay dos crisis
separadas, una ambiental y otra social; sino una sola y compleja crisis
socio-ambiental”.
En la encíclica, el Papa Francisco señala
que el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos cuando se niega
el sentido social de todo y cuando no se atiende al bien común. En esa línea
afirma: “La interdependencia nos obliga a pensar en un sólo mundo, en un
proyecto común”. Si hay un sentido del bien común debe haber otro “modelo de
progreso” y de “desarrollo global”, donde con una inteligencia inclusiva y una
ética del cuidado se eviten los males que aquejan a la naturaleza y a las
personas: deterioro del aire y de las aguas, deforestaciones, basura y
contaminación en los mares, aniquilación de especies vegetales y animales y
miseria humana.
La encíclica ofrece una visión teológica
del mundo. Dios creador hace de principio de unidad y de solidaridad de toda la
realidad, del tiempo y del espacio, de lo grande y de lo pequeño, de los ricos
y los pobres. El mundo que hemos heredado es muy bello. El futuro no está
cerrado. Si bien tenemos el peligro de un desastre irreversible, también nos
ilumina la buena noticia de la resurrección de Cristo. El Papa pide una
“revolución cultural” para desarrollar una mirada sensible a la belleza del
mundo y de empatía con todos los seres. La encíclica proclama que tenemos que
hacernos responsables los unos de los otros y del planeta.
Invito a que estudiemos y difundamos este
nuevo documento del Magisterio de la Iglesia que resulta tan importante en este
momento. Que lo trabajemos en los encuentros de los sacerdotes, que se dé a
conocer en las parroquias, que se promuevan foros sobre él en los colegios y
universidades, que se comente y analice con los grupo de laicos y, sobre todo,
que miremos detenidamente las formas concretas de aplicar sus propuestas. Es
otro llamamiento apremiante a realizar uno de los principios claves de la
enseñanza social de la Iglesia: el destino común de todos los bienes. Se
necesita mucha educación, un cambio cultural, una nueva evangelización y una
transformación de los corazones para que lleguemos a comprender, antes que sea
tarde, que la casa es de todos.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín