QUERIDOS CATEQUISTAS:
24 | 08 | 2015
Los tengo siempre presentes en mi
recuerdo y en mi oración como colaboradores indispensables en la misión de la
Iglesia. Los diversos encuentros que he tenido con Ustedes me han llenado de
alegría al ver que va aumentando el número de catequistas bien formados,
profundamente vinculados a la vida de la Arquidiócesis y muy comprometidos en
la maravillosa labor de transmitir la fe cristiana. Les agradezco este servicio
que prestan como testigos, educadores y acompañantes de la fe de las personas
que se les confían en las parroquias.
Ustedes han sido elegidos para
anunciar la verdad y el amor de Dios, a los niños, jóvenes y adultos de nuestra
Iglesia particular; Ustedes se dedican a ayudar a muchos a crecer en la opción
y el seguimiento de Cristo para que puedan llegar a tener la estatura del
“hombre perfecto” y para que sean “piedras vivas” en el edificio espiritual que
es la Iglesia; Ustedes se están entregando, en un ministerio fundamental, para
que cada uno de sus catequizados llegue a la plena madurez que lo capacita para
ser “luz del mundo”.
Ustedes son también unos
benefactores de la sociedad. Catequistas convencidos, alegres, comprometidos,
bien formados espiritual y doctrinalmente, sirven no sólo a la Iglesia sino a
toda la sociedad. Siéntanse humildemente orgullosos de la tarea que tienen;
cuando Ustedes educan, mejoran el mundo; cuando forman las conciencias, Ustedes
cultivan no sólo creyentes sino mejores ciudadanos; cuando acogen con amor a
los niños y a los jóvenes, Ustedes honran la imagen de Dios que ellos llevan en
su corazón.
Formar en la fe no es un servicio
fácil; no lo fue ni siquiera para nuestro Señor Jesucristo. Hoy, como entonces,
nos encontramos frecuentemente con la indiferencia o con las heridas del
corazón o con la rebeldía de la libertad que dificultan la acogida del
Evangelio. No dejen que el desaliento les impida realizar su misión. La
realidad que vivimos es también una ocasión en la que Dios sigue salvando y en
la que tenemos la oportunidad de anunciar que la persona humana es mucho más
que lo que posee y tiene más futuro que sus días en esta tierra.
Me parece que el compromiso de
Ustedes se debe orientar en tres prioridades. Ante todo, cultivar la propia
espiritualidad; sólo llenos de pasión por Dios y conducidos por su Espíritu
serán capaces de llevar a los catequizados a un encuentro personal y a una vida
en comunión con Cristo; sin esto, la catequesis se reduce a cultura general o a
formalismos religiosos. En segundo lugar, es preciso que entren en la verdadera
dinámica de la catequesis, para que ésta no se limite a la transmisión de una
doctrina, sino que lleve a asumir la vida cristiana que se celebra en la
liturgia y se expresa en la caridad con que se vive cada día.
Finalmente, tengan como un gran
propósito la unidad con los sacerdotes de la parroquia, con los demás catequistas del arciprestazgo y con la
vida y el proyecto pastoral de la Arquidiócesis. De ahí la necesidad de orar
los unos por los otros, de intercambiar ideas y experiencias, de participar en
los encuentros que se programan a nivel arquidiocesano. Que nada les apague el
entusiasmo. Dios confía en Ustedes y los sigue enviando. Los niños y los
jóvenes los necesitan. La Iglesia requiere laicos cada vez más decididos a
anunciar el Reino de Dios.
Queridos Catequistas: Los encomiendo a la Santísima Virgen; que ella, elegida para darnos a Cristo, los guíe en los momentos alegres y tristes y los conforte en su propósito de entregarse por los demás. Los saludo con profundo afecto y los bendigo en el nombre del Señor.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín