SOBREVIVIRÁ EL CRISTIANISMO EN EL MEDIO ORIENTE?
23 | 11 | 2015
Los medios de comunicación nos angustian cada día con la
tragedia que viven más de 25 millones de católicos en Medio Oriente, donde son
víctimas de graves persecuciones y sufren en condiciones de extrema pobreza.
Las comunidades cristianas en Egipto, Irak, Israel, Jordania, Líbano,
Palestina, Irán, Turquía y Siria son las más antiguas de la Iglesia Católica y
están padeciendo mucho por la guerra, la injusticia, la inestabilidad
económica, las convulsiones políticas y las enormes dificultades que soportan,
hasta el punto que muchos católicos han sido martirizados y otros están huyendo
hacia otros lugares.
De esta manera, la presencia cristiana en esta zona, que se
remonta a los orígenes mismos de la Iglesia, está desapareciendo bajo la
presión del fundamentalismo islámico. Ya se anuncia que en pocos años
prácticamente no habrá cristianos viviendo en Belén, Nazaret y Jerusalén,
ciudades vinculadas a la vida de Jesús donde la mayoría de la población era
cristiana y ahora es musulmana. Los cristianos en el territorio palestino eran
el 15% de la población en 1950; hoy sólo llegan al 2%. En Irak, de 2003 a hoy,
los cristianos han bajado de 1.200.000 a 300.000. En Mosul, por primera vez en
1900 años, no se celebra la Eucaristía. Así mismo, con medios violentos, se
procura que todos los ciudadanos sean musulmanes en Egipto, Arabia Saudita,
Sudán, Irán y Afganistán.
El Papa Francisco ha denunciado repetidamente este aterrador
genocidio, sin que sus palabras tengan verdadero eco en la gran prensa y en la
actuación de los gobiernos. La cristianofobia va en aumento. El Estado
Islámico, al igual que otras milicias fundamentalistas, vincula el cristianismo
con el "enemigo occidental", aunque se trate de comunidades afincadas
en Medio Oriente desde antes del nacimiento del Islam. Expulsarlos de sus
tierras, secuestrarlos o matarlos es parte de la gran guerra que se propusieron
librar. Consideran que todos los cristianos son apóstatas e impuros y que hay
que acabar con ellos porque hace 1400 años que resisten la orden de convertirse
al Islam.
Los católicos no podemos quedarnos indiferentes frente a
esta injusta y escalofriante situación. Por eso la Santa Sede, a través de la
Comisión para América Latina, nos propone algunos medios oportunos para estar
cerca de estos hermanos nuestros que pasan por atroces sufrimientos. La primera
tarea que se requiere es informar y sensibilizar a los fieles para generar una
estrecha comunión y una ayuda permanente con la oración a estas comunidades del
Medio Oriente. Es también la ocasión para acoger el llamado que surge del dolor
de estos mártires a superar la superficialidad y el aburguesamiento y vivir el
don de la fe con coherencia y valentía.
De otra parte, se sugiere que el próximo 8 de diciembre,
cuando se inicia a nivel mundial el Año de la Misericordia, se haga una colecta
para ayudar especialmente a los cristianos que quedan en Siria e Irak. Así que
ruego a las parroquias e instituciones que tengan a bien hacerlo, que promuevan
esta “obra de misericordia”. Igualmente, esta dolorosa situación que vive la
Iglesia debe motivarnos a suplicar el espíritu misionero, para que el Señor suscite
el celo apostólico de sacerdotes, religiosos y laicos para ayudar en aquellos
países donde es más difícil el anuncio del Evangelio o que ahora corren el
riesgo de quedar sin la debida asistencia pastoral.
Finalmente, es preciso recordar que no existe sólo la
persecución de los cristianos por la violencia física y la tortura. Hay otro
tipo de persecución anticristiana no menos insidiosa. “Persecución sutil” la
llama el Papa Francisco. Se trata de una actitud cada vez más difundida de
marginar de los espacios públicos a quien profesa su fe; de suprimir los
símbolos y celebraciones de los cristianos; de imponer en las legislaciones y
costumbres de los pueblos, que han tenido en su configuración una inspiración
cristiana, prácticas que van abiertamente contra la dignidad humana, la defensa
de la vida y la estabilidad del matrimonio y la familia. Definitivamente, es
hora de madurar en la fe y de estar preparados para la prueba.