LA EXPERIENCIA DEL SÍNODO
13 | 11 | 2012
He tenido la alegría y
la gracia de participar en la XIII asamblea general ordinaria del Sínodo de los
Obispos, del 7 al 28 del pasado mes de octubre en Roma, en la que se reflexionó
sobre la“Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. La
asamblea estuvo presidida por el Santo Padre Benedicto XVI, siempre que se lo
permitieron otros compromisos importantes. Además de las homilías de las
grandes celebraciones eucarísticas que presidió durante los días del Sínodo, el
Papa se valió dealgunas intervenciones espontáneas en varias ocasiones para
guiar la deliberación de los obispos.
Como en una “lluvia de
ideas”, los Obispos venidos de todo el mundo fueron presentando el estado de la
evangelización en los viejos países cristianos y en las regiones donde es más
reciente la Iglesia. Se enumeraron las dificultades y los obstáculos que
plantea la cultura agnóstica y laicista en ciertos lugares en los que avanza la
descomposición de la sociedad cristiana. También se expusieron las pruebas que viven algunas Iglesias, que
son minoría en sus países, para conservar la fe y sobrevivir al hostigamiento y
a la persecución de movimientos religiosos extremistas, que discriminan a los
cristianos e impiden llegar a una convivencia tolerante y constructiva.
Se consideró la
necesidad de comenzar siempre por el kerigma, por el primer anuncio evangélico,
a fin de que ilumine el comportamiento en ciertos sectores de la sociedad en
los que ya no se tiene el modelo de vida cristiano e incluso se legitiman
conductas como la práctica del aborto, la eutanasia, la equiparación de las
uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio y otras formas de pensar y
de actuar que no van con la conciencia cristiana. Esta situación se agrava con
la ignorancia religiosa o la falta de compromiso de tantos católicos, así como
con el alejamiento de la Iglesia por parte de muchas personas que dejan la
práctica religiosa y moral en la que fueron educadas.
El Sínodo, de otra
parte, ha pedido la urgente renovación de la acción pastoral, atendiendo
particularmente a un desarrollo más coherente de la iniciación cristiana, a un
cuidado más profundo de la familia, a una particular atención a la juventud, a
un esfuerzo más decidido a favor de la educación católica, a un aprovechamiento
de la comunicación y las tecnologías de hoy, a una acción caritativa que sea
signopermanente de la fe de la Iglesia. Todo esto implica un claro testimonio
de vida, una conversión pastoral y una honda revisión de la catequesispara que
enseñe el “arte de vivir” que viene del Evangelio.
Estos propósitos llevan
a mirar a las Iglesias particulares con sus parroquias como el ámbito
fundamental para transmitir la fe, para asumir la vida cristiana y para
impulsar el compromiso apostólico de todos los laicos. Se recalcóen el Sínodo
la urgencia de animar a las familias cristianas y de formar pequeñas
comunidades eclesiales que, profundamente vinculadas a las parroquias,ofrezcan
a los católicos el espacio propicio para escuchar la Palabra de Dios, para
madurar en la fe, para vivir la fraternidad y para comprometerse como
discípulos misioneros del Señor resucitado. Se trata, en una palabra, de llevar
a los bautizados, especialmente a los alejados, a unverdadero encuentro y
seguimiento de Cristo.
Para mí, el Sínodo fue
un momento privilegiado para sentir la Iglesia en toda su realidad universal,
para experimentar lo que significa el colegio episcopal como primer responsable
de continuar la misión de Cristo y para comprobar que el Espíritu de Dios sigue
guiando admirablemente a la Iglesia en medio de las dificultades y las nuevas
posibilidades de hoy. En próximas ocasiones comentaré otros aspectos y temas
del Sínodo. Mientras tanto, los invito a reflexionar el Mensaje de los padres
sinodales y a conocer las proposiciones entregadas al Papa, para la elaboración
del documento que nos indicará cómo debemos transmitir la fe en nuestro tiempo.