QUE SE NOTE LA PASCUA
04 | 04 | 2016
Después de
la solemne Vigilia
Pascual, la Iglesia continúa
contemplando y asumiendo el
acontecimiento de la
Resurrección del Señor, que nos permite experimentar su presencia y la
irradiación de su vida
nueva en nosotros.
El tiempo de Pascua es para comprender y sentir que la victoria de Cristo es nuestra victoria, que su muerte
es nuestro verdadero nacimiento.
La vida cristiana existe o
desaparece según sea nuestra fe
en la Resurrección.
Cuando, después
de la larga preparación de la
Cuaresma, se cree y se vive realmente la
Pascua del Señor, debemos tener la
convicción de San Pablo: "Pasó lo
viejo, todo es
nuevo" (2 Cor 5, 17). En verdad, ya nada debe ser como antes. De muchas
maneras se debe
manifestar en nosotros esta novedad;
no se trata simplemente de
afirmar una doctrina,
sino de vivir
con coherencia un acontecimiento y
testimoniarlo con pasión en el
mundo.
La Pascua se debe
notar en nuestra alegría. Si creemos
que Cristo está
vivo en medio
de nosotros, si vemos
que ha comenzado
una transformación del mundo
y de la historia, si tenemos
la certeza de que estamos destinados a
la vida eterna,
debe verse que
nuestra existencia, no obstante las
pruebas y dificultades que
tengamos, es ya
una fiesta. Vivimos en la paz, la
confianza y el gozo que nos da el
triunfo de Cristo.
La Pascua
se debe notar
en nuestro celo apostólico. Como los primeros discípulos, quien ha vivido
este acontecimiento único
y sorprendente necesariamente debe
ser testigo (Hech 10,39-42). Todos
conocemos los sufrimientos y los miedos
de nuestra sociedad, las
dificultades de nuestras familias, la
lucha en que se debate
la juventud; si
no llegamos a estas
situaciones con un valiente
anuncio del que es luz y vida
para el ser humano, es porque todavía no
creemos en la Resurrección.
La Pascua se debe notar en
nuestra fraternidad. Quien nos ha mandado
amar como él mismo nos amó,
nos ha capacitado,
por su muerte
y resurrección, para tener
sus mismos sentimientos y
criterios. En efecto, nos ha dado su Espíritu
que derrama en nosotros el amor de Dios para
que seamos hermanos y construyamos la auténtica comunión
eclesial. La fuerza de
nuestra unidad prueba
la verdad de nuestra experiencia
pascual.
La Pascua se debe notar en
nuestra decisión de ser santos.
Vivir la Resurrección
nos hace semejantes a Cristo,
que venció el pecado
del mundo y vive
para Dios. La
gracia de este tiempo,
cuando la acogemos
auténticamente, nos lleva a caminar
según las bienaventuranzas. Si no hemos salido de la fuerza de gravedad del egoísmo y del
mal, todavía no somos
personas pascuales, no
tenemos aún rostro
de resucitados.
La Pascua se debe notar en nuestra esperanza.
Más allá de
la maraña de
dificultades y angustias que tenemos,
escuchamos la palabra de
Jesús: "Tendrán tribulaciones en el mundo, pero tengan confianza: Yo he vencido
al mundo" (Jn 15, 18;
16, 33). Si
hemos resucitado con Cristo, como enseña San Pablo,
buscamos las cosas de
arriba; aspiramos a
las cosas de arriba, porque nuestra vida ya está en
Dios (Col 3; 1-3).