LA ALEGRÍA DEL AMOR
18 | 04 | 2016
El pasado 8 de abril, se ha hecho
la presentación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, en la que el Papa
Francisco recoge las reflexiones y conclusiones de los dos últimos sínodos
sobre el matrimonio y la familia. Diversas lecturas e interpretaciones se
vienen haciendo de este documento pontificio, que nos llega en un momento en el
que necesitamos con urgencia valorar, defender y consolidar la institución
familiar. En este amplio texto, el Santo Padre trata diversos temas, importantes
y actuales, que debemos estudiar y aplicar desde “la lógica de la misericordia
pastoral”.
La exhortación apostólica está
construida a partir de abundantes citas de los sínodos sobre la familia, de permanentes
referencias a la enseñanza de los últimos Papas, particularmente, la encíclica
Humane Vitae del beato Pablo VI y la exhortación Familiaris Consortio de san
Juan Pablo II. Igualmente, el Papa va a la Sagrada Escritura; de modo especial
en los capítulos centrales, el cuarto y el quinto, donde con un comentario al
llamado “himno de la caridad” de la Primera Carta a los Corintios llama a la
consolidación y profundización del amor conyugal y familiar, del que debe
brotar la fidelidad y la entrega recíproca.
El Santo Padre parte de la
realidad. Hay ideologías que están contra el matrimonio y la familia, pero para
evitar contradecirlas no podemos renunciar a anunciar el proyecto de Dios;
tampoco conviene “quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales,
como si con eso pudiéramos cambiar algo”. Tenemos que comenzar por analizarnos
críticamente cuando no hemos sabido acompañar las parejas jóvenes o cuando
hemos presentado un ideal matrimonial demasiado abstracto y lejano de la
situación concreta y de las posibilidades reales de las familias.
La exhortación Amoris Laetitia
reafirma la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, la anticoncepción, la
eutanasia o la equiparación de las uniones de hecho –incluidas las
homosexuales– al matrimonio y no deja de desenmascarar la perversidad de la
ideología de género. De otra parte, dedica una profunda reflexión a la
sexualidad, como “un regalo maravilloso de Dios”. Explica que no debemos
entender la dimensión erótica del amor como “un mal permitido o como un peso a tolerar
por el bien de la familia”; sin embargo, hay que evitar la obsesión por el sexo
y las desviaciones de la sexualidad.
Por lo que se refiere a las llamadas “situaciones irregulares”, la exhortación afirma que la norma general no se discute, pero hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de los diversos casos. También advierte que no debe esperarse una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable siempre. Como punto de partida, el Papa reconoce que “la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia”; así mismo afirma que “el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre”. El documento termina señalando que una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y aun de crecimiento místico.
No es posible reseñar hoy toda la exhortación. Es preciso estudiarla seriamente. La gran conclusión nos lleva a ver la urgencia de consolidar y multiplicar la pastoral familiar. Ante la grandeza e importancia de la familia en la vida personal y social, ante la gravedad de los desafíos que enfrenta y ante las fragilidades que demuestra, se necesitan sacerdotes y laicos bien formados, que sepan proponer de un modo atractivo y posible el ideal matrimonial, que puedan hacer el acompañamiento en situaciones difíciles o críticas y que ayuden a aquellas parejas cuya relación se ha roto. Esto exige la participación de toda la comunidad y especialmente de los mismos matrimonios.