LA ASAMBLEA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
23 | 07 | 2012
De nuevo, nos hemos
reunido los Obispos de Colombia en la Asamblea de la Conferencia Episcopal. La
Asamblea es una ocasión privilegiada para vivir la comunión de todas las
Iglesias particulares de la nación, para reflexionar sobre diversos temas que
revisten particular interés y para asumir decisiones o ejercer unidos algunas
funciones pastorales. La Conferencia Episcopal busca estar atenta al desarrollo
social, cultural y político del país, analizando la forma en que los
acontecimientos que se viven inciden en la misión pastoral de la Iglesia y afectan al bien común.
En esta ocasión, hemos
querido, en primer lugar, revisar y actualizar las “Normas Complementarias” que
expresan el consenso de los Obispos del país en aquellas materias que el Código
de Derecho Canónico deja a la determinación de cada Conferencia Episcopal. La
formulación de estas normas es la expresión de la responsabilidad colegial
frente a la vida de la Iglesia, a nivel universal y local. Así se aprovecha
también el recurso jurídico para, respetando las competencias de cada obispo
diocesano, asumir el gobierno de las diversas jurisdicciones no de un modo
aislado, sino con un compromiso de verdadera comunión.
La actualización de
estas normas complementarias, que ahora pasan a la aprobación de la Santa Sede
y que luego se aplicarán en las diversas diócesis, son un ejercicio del
ministerio de enseñar, santificar y pastorear al que estamos llamados los
Obispos. Debemos recordar, en efecto, que el acatamiento fiel y responsable de
las disposiciones de la Iglesia en las diversas materias en que legisla nos
evita la dispersión de fuerzas que merma la eficacia apostólica, la
contradicción o la ambigüedad por disparidad de criterios y, sobre todo, los
desastres que produce la falta de comunión en la conducción del Pueblo de Dios.
En segundo lugar, en la
pasada Asamblea, nos dedicamos a estudiar los grandes retos pastorales que nos
plantea el acelerado desarrollo minero y energético en Colombia. De una parte
se ve la creciente necesidad de energía en el país, la oportunidad económica
que surge de la mayor demanda de materias primas y la fuente laboral que es la
minería. Pero, de otra, se constata el creciente desequilibrio entre el
desarrollo de la minería y el desarrollo humano, que produce nuevas pobrezas y
graves problemas de salud para algunos sectores de la población.
Igualmente, se constata
que crece la minería ilegal, que hay proyectos mineros en territorios de
comunidades campesinas sin el debido enfoque social, que en algunos lugares la
minería se está volviendo un detonante de conflictos generadores de nuevas
violencias, que se está aprovechando la riqueza minera para financiar grupos
armados por fuera de la ley, que se tiene frecuentemente un modelo minero de
extracción sin suficiente desarrollo tecnológico y que estamos propiciando una
alarmante y, en algunos casos, irreparable destrucción de la naturaleza.
Ante esta realidad, el
Mensaje de la Conferencia Episcopal propone: “Repensar creativamente un nuevo
modelo de desarrollo que tenga como centro el respeto de la dignidad de la
persona humana y sus derechos fundamentales; que responda a las necesidades
actuales pero que garantice su sostenibilidad para las generaciones futuras; no
vale un modelo de riqueza para hoy y pobreza para mañana. Un modelo con
criterios morales y éticos, que haga de Colombia un estado social de derecho,
que responda a las necesidades de toda la población y que asuma el cuidado de
la creación que Dios nos entregó para administrarla con responsabilidad”.