POSTULADOS SOBRE LA PAZ
08 | 08 | 2016
Estamos
viviendo en el país un momento complejo e importante. De una parte, se presenta
una oportunidad para reducir la violencia y los atropellos que ha generado uno
de los grupos armados al margen de la ley y, de otra, no se sabe a ciencia
cierta a qué precio se llegará a ello. Si bien aparecen en nuestra sociedad
algunas personas muy confiadas en los acuerdos que se están pactando en La
Habana, otras, más bien, se encuentran en la incertidumbre y lamentan el
desconocimiento y la confusión que rodean el “proceso de paz” iniciado.
La paz nunca estará hecha; es un camino permanente, largo y arduo. En esta situación se me ocurren unas reflexiones que podrían ayudar a discernir la decisión que consciente y libremente debemos asumir en el próximo plebiscito; porque, en este momento, no es posible la indiferencia. Son como unos elementos de juicio o postulados para reflexionar y dialogar sobre este tema, a fin de formarnos políticamente, de crear convergencias y de hacernos responsables de las posiciones que debemos tomar.
Todos queremos la paz, porque responde a una necesidad profunda de la persona humana y de la sociedad. No podemos politizar la paz o reducirla al pequeño proyecto de cada uno. La paz auténtica empieza en el corazón de cada persona; es artesanal. Si desarmamos los guerrilleros y armamos los corazones no vamos por buen camino. Todo proyecto que polarice al país le sirve más a la guerra que a la paz.
Ninguno
es dueño de la paz; cuando alguno se la apropia, la mata; si la paz no es de
todos, no es paz. La paz es posible; no es una utopía o un espejismo. Cuando se
percibe que la búsqueda de la paz no es recta, no es desinteresada, no mira al
bien común, el pueblo ya no pide paz sino justicia. Cuando se pierde la verdad,
tampoco se encuentra la paz. Para que haya paz, en cualquier ámbito, todos
tenemos que ceder algo. Dialogar y negociar en un conflicto es mejor que
pelear.
Si
aceptamos que podemos negociar y acordar algo para el bien de todos ya se ha
logrado mucho. Un diálogo en el que las partes se cierran en sus propios
intereses no es diálogo, porque no es búsqueda de la verdad y el bien. Sólo la
rectitud y la verdad llevan a la confianza, condición indispensable para
cualquier negociación.
No
todo es negociable en un estado de derecho. Para llegar a la paz no basta hacer
acuerdos, hay que poner también otros elementos esenciales como educación,
justicia social, solidez institucional. Si el pueblo no participa en la
negociación, no la asume; gente por fuera de un acuerdo es siempre gente alzada
en “armas”. Un buen acuerdo no hay necesidad de imponerlo por la fuerza, por el
miedo o por la publicidad; si es bueno, por sí mismo atrae.
La
negociación hay que hacerla bien; de una paz mal negociada puede venir un
conflicto peor. Cuando se acuerda la paz no basta dejar fusiles y bombas, hay
que dejar también otras armas más peligrosas como el egoísmo, el engaño, la
injusticia y la astucia. El diálogo y la negociación son efectivos cuando, en
realidad, se dan el perdón y la reconciliación. De nada serviría firmar la paz
con un grupo y acrecentar el odio y la división en el país.