"QUEREMOS LA ORIGINAL"
16 | 08 | 2016
La
multitudinaria marcha en defensa de la familia, realizada el pasado 10 de
agosto en varias ciudades del país, brotó de la entraña misma del pueblo.
Algunos la descalificaron y varios medios de comunicación la ignoraron, pero en
el fondo nos mostró a todos que el sentido común indica que hay realidades
fundamentales de la vida, como la familia, que no se pueden maltratar sin que
peligre toda la estructura humana y social. El mismo Gobierno Nacional vio la
gravedad del reclamo popular y dio marcha atrás, probablemente hasta otra
ocasión que vea más favorable para su propósito.
La verdad es
que, como ha denunciado el Papa Francisco, hay una colonización ideológica para
imponer, entre otras, la ideología de género. La plataforma de lanzamiento ha
sido la ONU, que trabaja desde 1990 para que las Conferencias Mundiales y los
programas de Naciones Unidas incluyan los objetivos de género. En concreto, en
el Fondo para la Población, UNICEF, UNESCO y OMS se han elaborado muchos
documentos y propuestas con categorías propias de esta ideología. Desde las
Naciones Unidas va pasando a todos los países, donde se difunde por los medios
de comunicación y a través de diversas actividades en los centros educativos.
Como hay fuertes
presiones económicas y políticas sobre los Estados, casi todos van cediendo sin
que importe ni la verdad y la libertad de las personas, ni la democracia. La
ideología de género pretende, en primer lugar, liberar al ser humano de su
biología; cada uno puede escoger su sexo. Ya no se admite que la “naturaleza”
tenga algo que decir; cada uno puede modelarse a su gusto, para sentirse libre y liberado. Es una insurrección contra
los presupuestos biológicos; el sexo se escoge o se cambia de acuerdo con el
rol social y cultural que se asume.
De otra parte,
esta ideología ve el matrimonio y la familia como dos modos de violencia
permanente contra la mujer y por tanto como instituciones que deben desaparecer.
Igualmente, ve la organización familiar y social como una estructura de poder y
un instrumento de discriminación para la minoría con sexualidad diversa. Por
tanto, hay que imponer una liberación, que acabe con todas las inhibiciones o
represiones de la sociedad contra el instinto sexual. Los criterios para actuar
son el egoísmo, la satisfacción de las necesidades y lo que más conviene. En
pocas palabras, se puede hacer con el cuerpo lo que se quiera, pues el fin de
la sexualidad es el placer.
Los riesgos de esta ideología son muy grandes, pues la
persona entra en una ambigüedad frente a su identidad, puede perder el sentido
de la vida, no sabe conducir su propio desarrollo humano, no logra realizar
adecuadamente sus relaciones interpersonales y familiares y pone en grave
peligro toda la vida social. Si cambiamos los fundamentos éticos por el
relativismo, donde no existe un orden real y objetivo que todos debemos
respetar, cada uno decide dónde está el bien y dónde está el mal, todo queda
permitido y no nos espera sino el enfrentamiento mutuo a partir de las diversas
posiciones particulares.
Ante esta
realidad pareciera que algunos legisladores y jueces hayan perdido la conexión
con la realidad y el sentido común que tiene el pueblo cuando sale a las calles
a pedir que no se trastorne el orden natural de la familia, diciendo: “Queremos
la original”. Esta situación es un llamamiento para que los padres de familia
hagan valer el derecho primario e inalienable que tienen sobre la educación de
sus hijos, para que las familias valoren lo que son y luchen por realizar lo
que significan en la sociedad, para que entendamos que la ideología de género
no mejora la educación y para que comprendamos que no se defienden los derechos
de una minoría ni se evitan la discriminación y la intolerancia atropellando el
orden natural y social.