SÍ O NO
05 | 09 | 2016
Del 4 al 11 de septiembre
celebraremos, una vez más, la Semana por la Paz. Una iniciativa que, promovida
por la Iglesia, tiene ya un largo recorrido en Colombia. Se trata de un
llamamiento a orar por la paz, a aprender a vivir en paz, a trabajar en la
construcción de la paz. Es un ejercicio necesario porque la paz nunca está
terminada. La paz es un estado de realización integral que una sociedad está
creando permanentemente. Este año llega la Semana de la Paz cuando nos
preparamos a participar en la consulta popular que se tendrá sobre los acuerdos
que ha hecho el Gobierno Nacional con las FARC en La Habana.
Es claro que debemos participar
en el plebiscito, como ha señalado la Conferencia Episcopal de Colombia, con un
voto informado, libre consciente y responsable. Esto significa que debemos
estudiar dichos acuerdos para conocer todas las implicaciones que tienen en la vida
y en el futuro del país y, poniendo el bien de la patria por encima de
intereses particulares, tomar posición frente a ellos. Como se ha repetido, la
Iglesia Católica no llama a votar por el “sí” o por el “no”, sino a una serena
reflexión que lleve a optar, en conciencia, por lo que se juzgue más
conveniente.
La Iglesia debe acompañar a los
hijos que tiene en una y otra orilla, por tanto no puede caer en la
polarización que vive el país; debe evitar compromisos con partidos y grupos,
para no repetir discutibles experiencias del pasado; debe mantener la unidad,
para no generar desorientación y confusión con una dispersión de voces; debe
desechar visiones recortadas y politizadas de la paz, porque sabe a ciencia
cierta que la paz auténtica no llega mientras no se implanten la justicia, la
verdad, la libertad y la solidaridad en la sociedad; debe respetar y promover
siempre la conciencia y la libertad de cada persona.
Como Iglesia tenemos que seguir
trabajando por la paz con nuestros medios más eficaces: la evangelización,
camino que lleva el corazón humano a pasar del egoísmo y el odio al amor; la
práctica de la misericordia que nos pide el Papa Francisco en este año, para no
quedarnos en palabras sino llegar a obras concretas; la conformación de
pequeñas comunidades, espacios privilegiados para vivir la conversión y la
fraternidad; el compromiso generoso y efectivo con los más pobres y
necesitados; la acción pastoral en todos los sectores y especialmente, aunque
exija sacrificios, en los más violentos.
Si bien hay que valorar los
análisis que se van haciendo a los acuerdos de La Habana y a los diversos
elementos que ellos entrañan, para facilitar un voto consciente y responsable
en el plebiscito, no podemos permitir, de otra parte, que la discusión por el
“sí” o por el “no” sea otra fuente de discordias y agresividad o que haga
crecer la desconfianza que ya existe en un amplio sector del país. Sobre todo,
no se puede admitir que la discusión por el “sí” o por el “no” se vuelva una
distracción y una evasión que nos hacen olvidar graves problemas y realidades
que, lejos de estar resueltos, amenazan hoy seriamente la paz.
Concretamente, no habrá paz si la educación no alcanza la calidad necesaria para hacer de los colombianos hombres y mujeres de bien, si no se protege la familia, si sigue creciendo el desempleo, si la economía se desacelera generando inestabilidad social, si el sistema de salud no funciona y obtener un servicio requiere una tutela, si la justicia no actúa y la impunidad campea por todas partes, si la corrupción sigue siendo el cáncer de nuestra sociedad, si la institucionalidad es cada vez más errática para garantizar una democracia con libertad y orden. ¡Se requieren tantas cosas para tener paz!