POLARIZACIÓN
17 | 09 | 2016
La fuerte polarización que está
viviendo el país a raíz del próximo plebiscito sobre los acuerdos de La Habana
es un problema serio, que amenaza la vida nacional. La sociedad se define, en
efecto, como un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un
principio de unidad que supera a cada una de ellas. Es una asamblea que perdura
en el tiempo, recoge la herencia del pasado y prepara a cada uno de sus
miembros para el porvenir. El ser humano posee la tendencia a asociarse de
forma espontánea para alcanzar conjuntamente aquellos objetivos que
individualmente exceden su capacidad (Cf CCE, 1880-1882).
Se explica que algunos están por
el Sí porque la paz es un bien deseable para todos, porque se acepta que el
diálogo es el mejor camino para llegar a la paz, porque se sabe que es preciso
encontrar la forma de que todos podamos caber en el país, porque hay
disposición para perdonar a fin de lograr una mejor convivencia de todos los
ciudadanos, porque después de sufrir tanta violencia se vive en la esperanza de
que termine o se aminore el conflicto.
Otros optan por el No porque hay
temor de que no se diga la verdad sobre todo lo que se proponen los acuerdos, porque
hay desconfianza en el Presidente y en las FARC, porque se ven signos que
coinciden con el proceso seguido por países vecinos en su camino hacia el
socialismo, porque el pueblo no ha podido asumir unos compromisos hechos en un
gran hermetismo y que no responden a sus criterios y expectativas, porque se
piensa que hay un atropello a la justicia o al Estado de derecho.
Para superar esta grave
polarización es necesario, en primer lugar, que se conozca plenamente la
verdad. La mentira, tanto cuando retiene como cuando falsea la información, es
un verdadero cáncer de la sociedad; en efecto, tergiversa la realidad, genera
desconfianza y es una injusticia que aprovecha la buena fe de los demás en favor
de los intereses propios y ocultos. La mentira más temprano que tarde provoca
nefastas consecuencias.
La polarización desaparece cuando
hay una meta, un gran ideal, un propósito común con el que la mayoría está de acuerdo.
Cuando se presenta un proyecto que se necesita y que abre horizontes de
bienestar para todos, hacia él convergen como de forma natural las voluntades.
Por tanto, hay que proponer el bien
común tan válidamente que todos estén dispuestos a trabajar juntos y a
renunciar por él a algunas cosas.
La polarización queda sin
consistencia cuando se tiene la seguridad de que lo que se va a hacer cuenta
con la aprobación y el aporte de todos sin forzar las cosas con presiones jurídicas
o publicitarias. Un pueblo no se compromete con lo que no ha asumido porque
antes no lo ha analizado o no tiene la certeza de que se realizará honestamente
y sólo en función del bien común.
Para que cese la polarización hay
que crear las condiciones para el perdón y la reconciliación. No tiene lógica
que una propuesta de paz acreciente la violencia. La violencia está en la
sociedad porque primero está en el corazón de cada persona. Para romper el
círculo vicioso de la confrontación se requiere la lucidez y la generosidad que
lleven a los ciudadanos a acogerse, en un acto de benevolencia, los unos a los
otros.
Es necesario, finalmente,
alcanzar de Dios la gracia de que nos abramos todos a su plan sobre Colombia y
que así cesen las visiones y los proyectos personales que nos dividen y nos
enfrentan. Si seguimos buscando la victoria de un grupo sobre otro por las
armas o por la astucia nos quedaremos engendrando nuevas formas de agresividad;
entonces, los procesos de paz pasarán por encima de cada uno de nosotros, que
seguirá produciendo odio, injusticia y violencia.