JORNADA DE ORACIÓN POR COLOMBIA
26 | 09 | 2016
La Conferencia Episcopal nos ha
invitado para que, el próximo 29 de septiembre, hagamos en todas las parroquias,
en cada una de las instituciones
católicas y a nivel personal una Jornada de Oración por Colombia. Pablo VI
enseñaba que la oración es un recurso muy valioso para construir la sociedad “por sus maravillosas energías de
tonificación moral y de impetración de trascendentes factores divinos, de
innovaciones espirituales y políticas; y por la posibilidad que ella ofrece a
cada uno para examinarse individualmente y sinceramente acerca de las raíces
del rencor y de la violencia que pudieran encontrarse en su corazón”
(1.1.1967).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que la intercesión es una
oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús,
quien es “capaz de salvar perfectamente a
los que por El se llegan Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su
favor” (Hb 7,25). Luego señala que interceder es lo propio de un corazón
conforme a la misericordia de Dios, porque el que intercede busca “no su propio interés sino el de los demás”
(Fil 2,4). Y añade, finalmente, que las primeras comunidades cristianas
vivieron intensamente esta forma de participación, llamadas a orar “por todos los hombres y por todos los
constituidos en autoridad” (Hech 12,5; 1 Tim2,1; CCE 2634 ss).
Orar
por Colombia es ver a Dios vivo que actúa en las historia de los pueblos y
pedirle que venga en nuestra ayuda porque lo necesitamos. Es presentarle
nuestras heridas para que las cure y entregarle todo lo que nos agobia para que
nos sostenga y alivie. Es decirle que queremos ser una nación libre y justa
para que nos ayude a desarrollar nuestra identidad. Es ponernos ante Él para
que nos llame desde adentro a la verdad y a la solidaridad. Es permitirle que
nos purifique de los pecados que están corrompiendo la personalidad propia que
debe tener nuestra patria. Es lograr, con su luz y con su fuerza, acrecentar
nuestro compromiso de trabajar decididamente por el bien común. Sin estos
elementos la nación no existe.
Debemos
orar para tener la libertad de los hijos de Dios. Sólo con esa libertad se
pueden superar la lucha entre grupos y facciones, la confrontación ideológica
que oscurece el horizonte de una nación, la brecha entre ricos y pobres, el
egoísmo que clasifica, atropella y excluye a los otros, el odio que genera
divisiones, venganzas y muerte. El camino de los hijos de Dios lleva a buscar
en todo la verdad y a desterrar el mal. Este es un camino de sabiduría que se
debe aprender a recorrer cada día. La señal de que vamos por el camino de Dios
es que va desapareciendo el temor, la violencia y la angustia. Por este camino
se va llegando a un desarrollo integral para todos y se va renovando la
esperanza. El temor y la desesperanza matan a un pueblo.
Todas
las personas se pueden equivocar, todos los recursos pueden resultar
insuficientes, todos los proyectos pueden fallar; el único que no defrauda es
Dios. Por eso, debemos apoyarnos totalmente en Él. Un pueblo que ora, es un
pueblo que se encuentra con su responsabilidad y su destino, que se convierte y
se une para un trabajo en común, que se abre al proyecto de Dios y se compromete
a realizarlo. Esta Jornada de Oración implica
ponernos a disposición de Dios para que se realice su voluntad sobre nosotros;
permitir que él ilumine y dirija nuestra vida para que a través de nosotros
haga lo mejor que sea posible en este momento de nuestra patria. Un pueblo sin
espíritu nunca será justo, ni libre, ni feliz. Necesitamos a Dios.