TODO SE REVELA EN LA MISERICORDIA
28 | 11 | 2016
El pasado 20 de
noviembre el Papa Francisco ha firmado la Carta Apostólica “Misericordia et Misera”, cuyo estudio y aplicación quiero
recomendar vivamente. Los comentarios que de ella han hecho los medios de
comunicación han subrayado particularmente la autorización a todos los
sacerdotes para absolver el pecado del aborto y la jornada de los pobres. Pero
la Carta, con la que concluye el Jubileo de la Misericordia, trata otros temas
muy importantes y, sobre todo, subraya, una vez más, el profundo contenido que
entraña la misericordia. Ella no es un paréntesis en la vida de la Iglesia,
sino la manifestación patente y tangible de la verdad definitiva del Evangelio.
“Todo se revela, en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del
Padre” (N.1).
El Papa comienza
haciendo un análisis de nuestro tiempo: “En
una cultura frecuentemente dominada por la técnica, se multiplican las formas
de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes.
En efecto, el futuro parece estar en manos de la incertidumbre que impide tener
estabilidad. De ahí surgen a menudo sentimientos de melancolía, tristeza y
aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación”. Entonces
señala que “se necesitan testigos de la
esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una
felicidad fácil con paraísos artificiales”. En efecto, “hay mucha necesidad de reconocer la alegría que se revela en el
corazón que ha sido tocado por la misericordia” (N.3).
Enjugar las
lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad en el que
con frecuencia quedamos encerrados. Francisco dice: “Todos tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al
sufrimiento y a la incomprensión. Cuánto dolor puede causar una palabra
rencorosa, fruto de la envidia, de los celos y de la rabia. Cuánto sufrimiento
provoca la experiencia de la traición, de la violencia y del abandono; cuánta
amargura ante la muerte de los seres queridos. Sin embargo, Dios nunca
permanece distante cuando se viven estos dramas. Una palabra que da ánimo, un
abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que hace percibir el amor,
una oración que permite ser más fuerte…, son expresiones de la cercanía de Dios
a través del consuelo de los hermanos” (N.13).
Dentro de este
llamado a vivir la misericordia de Dios y a testimoniarla, el Papa recomienda cosas
muy concretas: la escucha de la Palabra de Dios, la disponibilidad para el
perdón, la práctica del sacramento de la Reconciliación, el acompañamiento
permanente a los matrimonios y a las familias, el cuidado de los jóvenes, el
ejercicio de todas las obras de misericordia, el saber afrontar el momento trascendente
de la muerte. “El carácter social de la
misericordia - explica - obliga a no
quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía, de modo que
los planes y proyectos no queden sólo en letra muerta… Estamos llamados a hacer
que crezca una cultura de la misericordia, basada en el encuentro con los
demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la
mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos” (N.19).