UN NUEVO AÑO, CON MARÍA COMO PATRONA
23 | 01 | 2017
Estamos iniciando las tareas de
nuestra Arquidiócesis en este nuevo año. Para que no sea un retorno rutinario a
proyectos y actividades, hagámonos conscientes de la profundidad y belleza de
la misión de la Iglesia, en la que se sitúan nuestros propósitos y nuestras
labores. El fundamento último de la tarea evangelizadora está en el designio de
Dios de salvar a la humanidad; para ello, ha enviado a su propio Hijo y ha
derramado sobre nosotros la luz y la fuerza de su Santo Espíritu. Dios se
revela, entonces, como amor que se compromete con nosotros y se entrega hasta
las últimas consecuencias.
La Iglesia es la depositaria y la
promotora de ese amor. Ella debe revelar la misericordia del Padre; ella es
enviada para ofrecer a todos la vida nueva y eterna que nos ha traído el Hijo;
ella camina y trabaja bajo el impulso del Espíritu. Ella, en síntesis, es el
primer lugar en el que Dios busca a las personas y el mejor espacio para
nuestro encuentro con Él. Con esta certeza, ponemos de nuevo la mano en el
arado para labrar el campo del Señor. Desde esta convicción, percibimos como
una gracia y como una nueva oportunidad el poder ir a la viña a continuar la
siembra del Evangelio.
No nos cansemos, no nos movamos
en la superficialidad y la rutina, no rompamos la comunión, no nos alejemos de
los proyectos y propósitos con que marcha toda la Arquidiócesis. Debemos
recordar que estamos en “estado permanente de misión”, para que todo en la vida
y la estructura eclesial se vuelva un medio adecuado para la evangelización de nuestra
sociedad y un signo del amor divino que se nos ha revelado en Cristo. El Papa
Francisco nos pide que sigamos avanzando juntos en “la dulce y confortadora
alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”.
En las tareas pastorales que
reemprendemos no estamos solos, ni contamos únicamente con nuestras fuerzas.
Nos preside Cristo, nos movemos en el poder del Espíritu Santo, están con
nosotros la Virgen María y todos los santos. En este sentido, debemos valorar
la gracia de entrar en este año celebrando a Nuestra Señora de la Candelaria
como Patrona de la Arquidiócesis de Medellín. He tenido ya la ocasión de
explicar el proceso y el sentido de esta concesión de la Santa Sede. Se trata
ahora de aprovechar la figura de María, el ejemplo de su vida y su poderosa
intercesión en la realización de nuestro ser y misión de Iglesia particular.
Por tanto, invito a toda la
comunidad diocesana a unirse profundamente a la celebración en honor de Nuestra
Señora de la Candelaria el próximo 2 de febrero, que a partir de ahora tiene
para nosotros carácter litúrgico de solemnidad. Se celebrará en todas las
parroquias y capillas con los textos propios de la festividad de la
Presentación del Señor. Contemplando así el misterio de la salvación realizado
por Cristo, veremos a la Santísima Virgen María unida a él como madre del
Siervo doliente, como ejecutora de una misión al servicio de la humanidad y
como modelo del nuevo Pueblo de Dios.
Ruego que a cuantos les sea posible se unan a la celebración que tendremos el 1 de febrero a las 6.00 p.m. en la Catedral y a la siguiente procesión hacia la basílica de Nuestra Señora de la Candelaria. Pido que se le dé especial realce a esta solemnidad en las parroquias proponiendo a María como ejemplo de fe, de esperanza y de caridad y suplicando con insistencia su ayuda en favor de nuestra Arquidiócesis. Sintámonos, en verdad, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión para realizar, con pasión y con esperanza, las tareas que nos piden en este año la gloria de Dios y la salvación de nuestros hermanos.