150 AÑOS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MEDELLÍN
29 | 01 | 2018
150
AÑOS DE LA ARQUIDIOCESIS DE MEDELLIN
Con
alegría y con esperanza, la Arquidiócesis de Medellín entra en la celebración
del sesquicentenario de su fundación, que tuvo lugar el 14 de febrero de 1868.
Esta conmemoración nos lleva, ante todo, a llenarnos de admiración y gozo al
contemplar el designio y la acción de Dios, Señor de la historia, cuya
intervención permanente no ha dejado de manifestarnos su amor, de congregarnos
en la fraternidad, de realizar su plan de salvación y de impulsarnos en el
camino hacia la vida definitiva y eterna.
Queremos
aprovechar este momento para dar gracias por los dones inmerecidos de la bondad
divina, recibidos a lo largo de ciento cincuenta años; por el misterio de la
Iglesia, luz de las naciones, realizado entre nosotros; por todos los obispos,
sacerdotes, religiosos y laicos que aquí se han fatigado anunciando el
Evangelio; por los numerosos frutos de vida cristiana que han enriquecido a
tantas personas, que han sabido acoger la vida nueva que brota de la Pascua del
Señor.
Nuestra
celebración nos conduce también a un examen de conciencia, individual y
comunitario, pues no obstante los innegables logros en una vida según el
Espíritu de Dios, no podemos negar que hemos tenido faltas y cometido errores.
Por tanto, nos arrepentimos y buscamos luchar contra los males de nuestra
época, en los que no podemos negar alguna parte de responsabilidad: el olvido
de Dios, la inversión de los valores evangélicos, el debilitamiento de la fe,
el deterioro de la familia, la falta de ardor en la misión y el egoísmo que
ignora el sufrimiento de los pobres.
El
sesquicentenario debe ser, además, una ocasión que nos permita valorar y
configurar mejor nuestra Iglesia particular. La Arquidiócesis, según el
Vaticano II, es una comunidad cristiana que subsiste como tal en virtud de la
Palabra divina, de los Sacramentos y del ministerio apostólico, bajo la acción
del Espíritu Santo, que la congrega en la unidad y actúa eficazmente en ella,
haciéndola signo e instrumento de la comunión con Dios y de la unidad del
género humano. Es la realización, en este tiempo y en este lugar geográfico, de
la única Iglesia de Cristo, llamada a ser acontecimiento de salvación en el
mundo.
Igualmente,
esta celebración que iniciamos debe servirnos para hacernos cada vez más
responsables del futuro de nuestra Iglesia particular de Medellín. Esto nos
exige sentido de la historia, mirada profética sobre los hechos, compromiso
creador en la fe y en la esperanza. Debemos contemplar lúcidamente nuestra
propia época, para conocer los resortes del momento que vivimos, para hacer
presencia donde se construye el hoy, para iluminar los proyectos con que se
sueña el mañana. Hay que discernir en los acontecimientos que vivimos los
signos que Dios nos da de sus proyectos.
Invito
de corazón a todos los miembros de esta Iglesia diocesana a hacer de este Año
Jubilar una gracia que nos lleve, con la
audacia de los primeros cristianos, a trabajar sin tregua para que Cristo sea
cada vez más el camino, la verdad y la vida de la humanidad; que nos conduzca a
ser una Iglesia que confía más en la fuerza del Espíritu que en los poderes y
promesas del mundo; que nos transforme en una comunidad que se desvive por los
demás y especialmente por los más desfavorecidos; que nos haga capaces de
anunciar con tal fuerza y novedad el Reino de Dios, que muchos quieran venir a
encontrar con nosotros luz y alegría para vivir.
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Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín