NUESTRA RESPONSABILIDAD EN ESTE AÑO JUBILAR
05 | 02 | 2018
NUESTRA
RESPONSABILIDAD EN ESTE AÑO JUBILAR
Como
sabemos, el 14 de febrero de 1868 fue erigida la Diócesis de Medellín y el 8 de
diciembre siguiente tomó posesión el primer Obispo, Mons. Valerio Antonio
Jiménez. El pasado 1 de febrero, hemos iniciado la conmemoración de este
acontecimiento que tuvo lugar hace siglo y medio. El Año Jubilar que hemos
comenzado es una oportunidad para bendecir a Dios por los innumerables dones
que nos ha regalado, para recordar el itinerario que se ha recorrido, para
resaltar los méritos de quienes han llevado el peso de iniciar y consolidar
esta Iglesia particular y para emprender el camino del futuro con nuevas
fuerzas.
Más
que a hacer una simple rememoración histórica, el Año Jubilar debe llevarnos a sentirnos
responsables de la familia eclesial que
somos. Comencemos por tener conciencia de nuestra condición de miembros vivos
de esta Iglesia y verdaderos protagonistas de la misión que le ha confiado el
Señor. Nos corresponde a todos asumir los desafíos de hoy, dentro de la tarea
que cada uno ha recibido, con la confianza puesta en Dios, con una profunda
experiencia de comunión entre nosotros y con un decidido empeño de realizar,
con creatividad y con esperanza, el designio de Dios sobre nuestra comunidad
diocesana.
La
cultura actual le está pidiendo a la Iglesia un nuevo rostro. Es necesario
llegar a ser una Iglesia que vive el espíritu comunitario y de
corresponsabilidad; una Iglesia capaz de dar testimonio de la verdad del
Evangelio, con tal novedad, que sea interpelante y atrayente. El mundo de hoy
necesita una Iglesia capaz de llegar donde nadie llega y de promover aquellos en los que, de una u otra manera, la semejanza
de Dios es más negada; una Iglesia que testimonie al interior de una sociedad
materialista que lo único que instala al hombre en la plenitud de su dignidad y
de sus derechos son los valores espirituales.
Debemos
escuchar una urgente llamada de Dios que nos invita a la fidelidad, al
compromiso y a la audacia apostólica. La Iglesia, como maestra de la humanidad,
debe presentar al mundo de hoy la cultura del amor y de la vida, ofreciendo a
cada persona la posibilidad de encontrar el sentido de su existencia y una
motivación para enfrentar el mañana. La Iglesia debe llevar a cabo su misión
proponiendo al mundo una justicia nueva, la justicia del Reino de Dios. Por
eso, aunque los tiempos y las circunstancias cambien, la Iglesia tiene un
mensaje siempre válido y siempre actual.
Hoy
los católicos debemos llegar a la convicción de que nuestra tarea es poner
semillas de verdad, de fraternidad, de honestidad, de espiritualidad, donde hay
mentira, violencia, injusticia, corrupción moral; poner auténtica fe donde va
cundiendo la ambigua y dañina desacralización. Como durante siglos pasados, la
Iglesia debe seguir siendo fermento de novedad, que ilumina y transforma la
sociedad. Debemos acrecentar la creatividad para encontrar nuevas respuestas;
hay que tener la audacia de los apóstoles y el poder profético de los primeros
discípulos para ofrecer con eficacia la posibilidad de que Cristo sea realmente
la vida del mundo.
En
un momento de profundo cambio en la cultura y en la vida de la sociedad y en un
tiempo en el que tenemos también tantas posibilidades para la evangelización, hay
que llegar al nuevo paradigma de Iglesia que necesitamos. Invito, por
consiguiente, a los sacerdotes y religiosos, a los grupos apostólicos, a las
pequeñas comunidades, a las fuerzas vivas de las parroquias, a todos los laicos
comprometidos a asumir este reto, a fin de hacer realidad lo que pedimos en una
de las plegarias eucarísticas: “que la
Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
+ Ricardo
Tobón Restrepo
Arzobispo de
Medellín