MARCHA POR LA VIDA
24 | 04 | 2018
La
defensa de la vida es fundamental para el futuro de la humanidad. La gran
batalla que se viene librando en las últimas cuatro décadas busca proclamar la
dignidad inviolable de toda persona humana, en cualquier momento de su
desarrollo o en cualesquiera de sus circunstancias particulares. La Iglesia
Católica ha asumido siempre esta causa como un servicio fundamental a la
justicia social y como un apoyo a los más débiles y oprimidos. La batalla
contra la destrucción de la familia, el aborto, la eutanasia, las diversas
formas de maltratar la vida, las actitudes que desconocen la dignidad y la
misión de la mujer, ha sido ampliamente ilustrada por el Magisterio, porque es
la frontera decisiva de nuestro tiempo.
El Papa Francisco, en su reciente exhortación apostólica, ha vuelto
con fuerza sobre este tema diciendo: “La
defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y
apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre
sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero
igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten
en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia
encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas
de esclavitud, y en toda forma de descarte” (Gaudete et
exultate, 101).
San Juan Pablo II, por su parte, nos hacía ver nuestra grave
responsabilidad personal: “Estamos ante
un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la
‘cultura de la muerte’ y la ‘cultura de la vida’. Estamos no sólo ‘ante’, sino
necesariamente ‘en medio’ de ese conflicto: todos nos vemos implicados y
obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir
incondicionalmente a favor de la vida…Es urgente una movilización general de
las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran
estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva
cultura de la vida” (Evangelium Vitae,
28).
Sin embargo, no
obstante estas enseñanzas y esfuerzos, vemos con honda preocupación cómo se
multiplican en el país diversas acciones contra la vida humana: promoción del
crimen del aborto, asesinatos, personas destruidas que no logran encontrar
sentido y esperanza en su existencia y, últimamente, la reglamentación que ha
hecho el Gobierno de la eutanasia para niños y adolescentes, aun contra las
clamorosas manifestaciones del pueblo colombiano. La Conferencia Episcopal
advirtió: “Promover la eutanasia es
sumarle más muertes a las muertes que ya hemos sufrido; no alcanzaremos la paz
si continuamos atentando contra la vida” (Comunicado, 20.3.2018).
Por tanto, nos
vamos a unir todos a la XII Marcha Nacional por la Vida, que tendrá lugar el
próximo 5 de mayo. En Medellín, habrá
una gran concentración en el Parque Bolívar a partir de las 10.00 a.m. Luego, a
las 12.00 m., celebraremos la Eucaristía en la Catedral. Así queremos
manifestar nuestro compromiso con el anuncio del Evangelio de la Vida, defender
el principio firme y no negociable de que la vida es un don de Dios del que
nosotros no podemos disponer, y elevar nuestra oración para que cesen todos los
atentados contra la vida humana y se garantice este derecho fundamental e
inviolable.
Que nos mueva a todos a participar en esta marcha la enseñanza del Papa Francisco cuando nos ha dicho que un ser humano es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los demás derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno (Evangelium Gaudium, 213).