LA IGLESIA Y LOS JÓVENES
03 | 07 | 2018
Avanzan
los preparativos para la realización, en el próximo mes de octubre, del Sínodo
de los Obispos que se ocupará de los jóvenes, desde la doble perspectiva de la
propuesta de la fe y el discernimiento vocacional. Igualmente, se está
disponiendo todo para la realización de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá
lugar en enero del año entrante en Panamá. Dos grandes acontecimientos
eclesiales a nivel mundial que nos invitan a mirar con seriedad la realidad de
los jóvenes, su proceso de formación y su integración a la vida de la Iglesia.
No
puede ser una reflexión que ocupe únicamente a los responsables y miembros de
la pastoral juvenil y a las instituciones educativas. Sobre este tema tiene que
haber un interés y un compromiso de toda la comunidad cristiana, porque es
necesaria una verdadera relación entre las generaciones que permita a los
jóvenes volverse adultos y a los adultos rejuvenecerse continuamente. Los
jóvenes, si quieren madurar armoniosamente, tienen necesidad de quienes los
preceden para encontrar rezones que les den sentido y esperanza, para hacerse
protagonistas de su propia historia y para llegar a decisiones acertadas.
De
otra parte, la Iglesia tiene necesidad de los jóvenes no tanto para evitar que
se envejezcan las parroquias, sino para tener la capacidad de anunciar y
testimoniar el Evangelio de un modo comprensible y eficaz en el mundo de hoy. La
Iglesia no puede renovarse y no logra seguir las mociones del Espíritu, sin los
análisis y las energías de las nuevas generaciones. La gran oportunidad que nos
brinda este momento es la de vivir un auténtico encuentro de toda la Iglesia
con los jóvenes, para entregarles lo esencial de la experiencia cristiana y
para integrar su vigor en la construcción del futuro.
Debemos
asumir todos con alegría y esperanza este tiempo de evangelización que nos
lleva a una experiencia de escucha y participación activa de los jóvenes,
también de los que no son tan cercanos a la Iglesia. Más que compartir
opiniones, debemos llegar a sus experiencias profundas donde el terreno común
son las dinámicas más profundas de la vida. Acompañando a los jóvenes,
conociendo sus luchas y búsquedas, participando de su forma de entrar en el
mundo, debemos percibir la voz del Señor. También hoy hay jóvenes, como Samuel
o Jeremías, que saben descubrir los signos del Espíritu en nuestro tiempo.
En
verdad, escuchando las aspiraciones de los jóvenes podemos vislumbrar el mundo
del mañana y los caminos que debe emprender la Iglesia. No nos podemos quedar
lamentando tiempos pasados o mirando desde la ventana el mundo que avanza, hay
que asumir responsablemente los desafíos que el “hoy” de Dios nos presenta.
Mientras no se pruebe lo contrario, el amor de Dios nos impulsa; no nos detiene
o nos hace reversar. La fe que hemos recibido es para transmitirla, la vida que
se nos ha dado es para compartirla, la esperanza que tenemos es para
realizarla.
Entremos
todos en este tiempo de diálogo y de vida compartida con los jóvenes, que está asumiendo
la Iglesia. Un tiempo que más que simples reflexiones pastorales, nos debe
dejar propuestas concretas para que los jóvenes asuman la vida y la misión de
la Iglesia y para que toda la comunidad cristiana sepa valorar, comprender e
integrar a los jóvenes. Pido encarecidamente a toda la Arquidiócesis agradecer
y aprovechar esta ocasión que se nos da, dentro de la celebración de nuestro
sesquicentenario, de incorporar el mundo juvenil con decisión y con audacia a
nuestra realidad eclesial y pastoral.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín