UN MOMENTO DIFÍCIL Y SALVÍFICO.
11 | 09 | 2018
Han generado
inquietud y dolor una serie de acontecimientos en los que está involucrada la
Iglesia Católica. Los más recientes han sido el informe sobre mil víctimas de
abuso sexual por parte de sacerdotes de siete diócesis de Pensilvania en los
últimos setenta años; la situación de la Iglesia en Chile creada por numerosos
casos de pederastia que al parecer han sido encubiertos; también se han
denunciado casos de abuso a menores en nuestra Arquidiócesis y otros escándalos
de sacerdotes en diversos lugares; finalmente, lo más grave es la acusación contra
el Papa Francisco de que ha encubierto el lamentable comportamiento moral de un
cardenal de Estados Unidos.
Ante estas
situaciones, comentadas por algunos medios de comunicación, varias personas me
han preguntado: ¿Qué está pasando en la Iglesia? ¿Cuál es la causa o realidad
de fondo de estas denuncias? ¿Qué debemos pensar y hacer frente a esta
situación? Me parece que estos interrogantes no admiten respuestas evasivas o
simplistas. Sin poder agotar la materia, me propongo exponer algunos elementos
de respuesta y de reflexión para los fieles católicos que, como es natural,
sienten una honda preocupación por su Iglesia y necesitan un poco de claridad
frente a la confusión generada por las diversas informaciones de distintas
fuentes. Pido el favor de tomar en su
conjunto el contenido de este texto.
1. ¿Qué está pasando en la Iglesia?
+ Debemos
comenzar por reconocer que la pederastia es un mal gravísimo, que atenta contra
la dignidad, el bienestar y el futuro de las niñas, los niños y los
adolescentes. Está presente en el mundo del deporte, de la salud, de la educación,
de la familia y también, qué dolor y vergüenza, donde menos debería estar, en
la Iglesia.
+ Los actos de
pederastia de algunos sacerdotes y su ocultamiento por parte de la Iglesia se
vienen denunciando desde hace unos veinte años. Ha sido un proceso que ha comenzado
en Estados Unidos y que luego ha ido recorriendo las diócesis de diversas
naciones del mundo.
+ Han aparecido
casos reales de abusos a menores por parte de eclesiásticos y religiosos, que
nos han llenado de tristeza. También, es preciso decirlo, se ha dado en
diversas ocasiones manipulación y tergiversación de la información por parte de
algunos medios.
+ La denuncia de
pederastia en la Iglesia, aún en ocasiones con fundamento en la realidad,
aparece en el contexto de un conjunto de acciones que, no se puede ignorar,
afectan su vida y misión. Tal es el caso de documentales que, en algunos
eventos, tergiversan la historia, promoción de leyes contra valores
innegociables del cristianismo como la vida y la familia, estrategias para desdibujar
la naturaleza y el innegable aporte de la Iglesia a la sociedad.
+ La Iglesia
Católica ha venido condenando fuertemente este delito, ha promovido diversas
iniciativas para prevenir dentro y fuera de ella el abuso a menores, ha emanado
unas normas canónicas concretas y exigentes para el tratamiento de las
denuncias y el acompañamiento de las víctimas, que no eximen a los abusadores
de los procesos civiles. La aplicación de estos medios ha tenido variantes
según las circunstancias eclesiales y las leyes civiles de cada país.
2. ¿Cuál es la realidad de fondo de estas denuncias?
+ La causa
primera y fundamental de estas denuncias es que en la Iglesia algunos
sacerdotes y religiosos han caído en el grave delito de la pederastia. Con
estos actos han hecho mucho mal a los menores, a la Iglesia y a toda la
sociedad. Por eso el Papa y los obispos hemos pedido repetida y humildemente
perdón y nos hemos empeñado con todas nuestras fuerzas en la erradicación de
este mal.
+ También está,
en ciertos casos, aún sin mala voluntad, la lentitud o imprecisión para tratar
estas situaciones en las que ha habido abuso sexual, de poder y de conciencia. Pueden darse también abusos que no se
procesan porque no son denunciados.
+ Igualmente, en
otras ocasiones, ha habido dificultades procesales porque no siempre se cuenta
con declaraciones y pruebas concretas, porque se reciben testimonios
contradictorios, porque hay que respetar la intimidad de las víctimas y porque
es preciso cuidar la reserva necesaria en las posibles investigaciones de las
autoridades civiles.
+ Algunos hablan
también de que existe una agenda internacional que, a partir de hechos graves
de pederastia que ocurren en la Iglesia, promueve este movimiento de denuncias
y las acciones indicadas antes, con propósitos concretos en orden a una nueva
visión y organización del mundo, en las que la Iglesia católica resulta
incómoda.
+ En el fondo de
todo, está la acción de Dios que, a través de estas dolorosas situaciones, nos
llama a todos con urgencia a la conversión. Como dice san Pablo, Dios hace concurrir todas
las cosas para el bien de los que le aman (Rm 8,28).
3. ¿Qué debemos pensar y hacer frente a esta
situación?
+ Trabajar
seriamente en una purificación de la Iglesia. La orden del Papa Francisco ha
sido la de “tolerancia cero” para los casos de pederastia. Esta es una forma de valorar y amar a la
Iglesia, que tiene personas que han pecado y que han cometido delitos, pero que
no es una institución de criminales. Son muchos más los sacerdotes, religiosos
y laicos que viven fielmente el Evangelio.
+ Luchar por
acabar con todas las formas del mal que afectan a la Iglesia; su purificación
no es sólo erradicar casos de pederastia. Debemos construir una comunidad que
viva con santidad y eficacia su identidad y su misión: ser signo e instrumento del
amor y de la salvación de Dios en el mundo. En la Iglesia todos hemos pecado y
todos formamos un solo cuerpo (1Cor 12,26-27), por eso, como ha escrito el Papa
Francisco, todos estamos implicados y todos somos responsables.
+ Continuar e
incrementar los diversos programas e iniciativas para la protección de niñas,
niños y adolescentes y para prevenir los abusos a menores, en colaboración
armónica con las autoridades civiles. Esto es inherente a la misión de la
Iglesia. De otra parte, como el buen Samaritano, debemos acompañar a las
víctimas, compartir su dolor y sanar sus heridas.
+ Orar siempre
sin desfallecer (Lc 18,1). Orar pidiendo perdón a Dios; un corazón quebrantado
y humillado él no lo desprecia (Sal 51,19). Orar para tener un corazón limpio
que nos permita ver a Dios y lo que él quiere (Mt 5,8). Orar por los obispos y
por los sacerdotes. Orar por las víctimas y los abusadores. Orar y hacer penitencia por todos, para que
aprovechemos esta hora de salvación.
+ Construir una
profunda comunión eclesial. Es hora de apoyarnos unos a otros. Como recomienda san
Pablo, los más fuertes deben hacerse cargo de los más débiles (Rom 15,1). Urge
unir y formar a los fieles en pequeñas comunidades; es necesario llegar a tener
laicos santos y apóstoles, que asuman su puesto y su misión en la Iglesia. Es el
momento para construir la Iglesia con una profunda evangelización, con una
liturgia viva, con un fuerte compromiso social; no para abandonarla. No
hundimos el barco por unas personas que dentro de él se comportan mal.
+ Tener
fortaleza y perseverar. No nos vamos a ahorrar los sufrimientos de la
purificación. Jesús mismo no quedó exento del sufrimiento de la obra redentora.
Hijo y todo como era, dice la Carta a los Hebreos, aprendió por los padecimientos
la obediencia (Heb 5,8). La pascua es la fragua en la que se forja la vida de
los cristianos. Este dolor nos debe dar fuerzas para luchar por una Iglesia
mejor. Cuando nos denuncian no siempre nos hacen mal; si lo hacen con recta
intención y con objetividad, lo debemos agradecer pues nos ayudan a encontrar
la verdad, que aunque sea dolorosa nos libera (cf. Jn 8,32).
+ Mantener viva
la confianza y la esperanza. No podemos desesperarnos ni impacientarnos. Es
preciso avanzar en la fe y la responsabilidad.
Como nunca, según la recomendación del Apóstol, debemos tener los ojos fijos en
Jesús (Heb 12,2). La Iglesia es de él. Por
eso, ella es más que sus miembros y a pesar de los pecados con los que la
afeamos, ella sigue ofreciendo a todos enormes recursos para ser libres y
felices en la vida nueva que presenta el Evangelio. Este es un momento de
salvación; es la ocasión para una profunda renovación de la Iglesia. Ya
sabemos, las fuerzas del mal no prevalecerán contra ella (Mt 16,18).
+
Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín