UNA CUARESMA PARA VIVIR LA FE Y LA CARIDAD
11 | 02 | 2013
La bondad de Dios nos
permite iniciar este año, una vez más, el itinerario cuaresmal que nos conduce
a la celebración de la Pascua del Señor. Su Santidad Benedicto XVI nos guía, en
esta ocasión y en el contexto del Año de la Fe, con un Mensaje en el que señala
la estrecha relación entre la fe y la caridad. En efecto, no puede haber fe sin
obras; el que cree aprende a darse al otro. Y de otra parte, la caridad suscita
la fe y se vuelve anuncio y testimonio.
Esta reflexión resulta
muy oportuna cuando nos disponemos a vivir el evento que reconocemos como la
fuente de la caridad: Cristo muere y resucita por amor. No podemos nunca
separar o contraponer fe y caridad. Es inconveniente enfatizar con tanta fuerza
la fe y la liturgia, concentrarse en
discusiones teológicas y encerrarse en la sacristía, olvidando que todo
debe estar dirigido a un ser humano concreto, con sus necesidades, sus
aspiraciones, sus relaciones y su historia, por el que Cristo se ha entregado.
Igualmente es erróneo
pensar que la Iglesia es una especie de institución filantrópica y de
solidaridad puramente humana, donde la prioridad es el compromiso social y lo
importante es lograr que el hombre, en una sociedad equitativa, tenga pan,
salud y educación; olvidando que en el centro de la persona humana está su
necesidad de Dios. La fe y la caridad están siempre unidas. Una vida basada
únicamente en la fe puede caer en un sentimentalismo vacío, una caridad que no
tiene en cuenta de dónde brota, se puede reducir a mero activismo moral.
Este mensaje es de gran
actualidad, no sólo porque nos ayuda a vivir el Año de la Fe, sino porque en el
momento actual nos orienta, con una propuesta unitaria, a encontrar la plenitud
de nuestro ser como una entrega a Dios que engendra la acogida y el servicio a
todos los hermanos, teniendo en cuenta todas sus dimensiones y todas sus
exigencias. Fe y caridad que nos lleven a ser libres y felices, para no
malgastar esta única y maravillosa vida que nos ha sido dada.
Fe y caridad para
recuperar la verdad de nuestra vocación y nuestra misión, a fin de no ahogarnos
en solas costumbres culturales; para salir del desierto espiritual en que
tantas veces naufraga la vida; para apurar el paso del seguimiento de Cristo
que nos ha llamado y salvado; para no quedarnos en estrategias u organizaciones
pastorales un tanto infecundas, sino llegar a la nueva evangelización que
cambia el corazón; para vivir en la alegría y la esperanza de quien ha
encontrado y se ha comprometido con el Reino de Dios.
Necesitamos fe y
caridad para salir de la superficialidad, de la inequidad social, de la
violencia y de tantos males, que por no creer en Dios y vivir en su amor, nos
están destrozando, dividiendo, empobreciendo y haciendo la vida imposible. Esta
Cuaresma debe ser una ocasión para convertirnos, para renovar nuestra
existencia, para preparar una resurrección con Cristo, para dejarnos
transformar por Dios, de tal modo que podamos comprometernos en la construcción
de una sociedad que, por fin, vive en la verdad, la libertad, la solidaridad y
la esperanza.