LA RESPONSABILIDAD DE UN PAPA, QUE CONMUEVE AL MUNDO
18 | 02 | 2013
Desde cuando nos ha
sorprendido la noticia de que el Papa Benedicto XVI ha presentado la renuncia
al encargo que había recibido como Obispo de Roma y sucesor de Pedro, los
titulares de los periódicos no han dejado de referirse a este hecho. Muchos de
los comentaristas se detienen en innumerables conjeturas sobre el ambiente que
se vive en la Curia Romana, sobre los motivos que llevaron al Pontífice a esta
decisión, sobre la forma de vida que tendrá a partir de este momento, sobre las
posibilidades de ser elegido tal o cual candidato y sobre mil bagatelas más.
Para nosotros los
católicos, fieles a la Iglesia, las cosas han sido muy claras. Quien al hacerse
cargo del ministerio petrino se presentó como “un humilde trabajador en la viña
del Señor” y señaló que “mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi
voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia,
a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por
Él”, ahora en un acto de libertad interior y con clara conciencia de lo que
significa e implica su decisión, ha visto que, cuando se han disminuido sus
fuerzas por la edad, el bien de la Iglesia le exige retirarse y seguir
sirviendo a Dios y a la humanidad con una vida de oración.
Aunque en los últimos
siglos no se había presentado este caso, está plenamente contemplado y
reglamentado en la normativa de la Iglesia. Más aún, podríamos decir que el
mismo Benedicto XVI nos había preparado para esta hora cuando elogió a San
Celestino V, un Papa que renunció en 1294, indicando que “supo actuar según su
conciencia en obediencia a Dios, y por ello sin miedo y con gran valentía,
también en los momentos difíciles… no temiendo perder la propia dignidad, sino sabiendo
que esta consiste en estar en la verdad.Y el garante de la verdad es Dios.
Quien le sigue no tiene miedo ni siquiera de renunciar a sí mismo” (4-7-2010).
Un poco después, cuando
el periodista Peter Seewald lo entrevistó para el libro “Luz del Mundo” y le
preguntó si era posible una situación en la que él juzgara oportuno renunciar,
el Papa respondió: “Sí. Cuando un Papa llega a la clara conciencia de no
estarfísica, mental o espiritualmente en capacidad de cumplir el encargo que se
le ha confiado, entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias también
el deber de dimitir”. Esto nos muestra que el Papa, después de una seria
reflexión y obrando con responsabilidad a favor de la Iglesia, ha tomado una
decisión de acuerdo con la verdad de Dios y ofreciendo un noble ejemplo de
libertad y de honestidad para quienes quieran entenderlo.
A todos nos dolerá su
ausencia, pues ya habíamos aprendido a valorar su sabiduría y seguridad
doctrinal, la mansedumbre y sencillez con que afrontaba los problemas más
difíciles, la dedicación y amor con que se ocupó de purificar y de unir a la
Iglesia. Pero, más allá de estos sentimientos, nos queda un profundo
agradecimiento a Dios que nos ha dado un Pastor según su corazón. Nos queda el
testimonio de coherencia cristiana, el rico magisterio y la obra apostólica en
verdad relevante del Papa Benedicto XVI. Nos queda, sobre todo, la lección de
“estar en la verdad”, diciendo un sí generoso y fiel a lo que Dios nos pide a
cada uno de nosotros en este momento de la historia.
Ruego a todos los
sacerdotes que aprovechemos la fiesta de la Cátedra de San Pedro,el próximo 22
de febrero, o la ocasión que juzguen más conveniente para explicar a los
fieles, algunos muy tristes y otros desconcertados por los comentarios
contradictorios y a veces equivocados de los medios de comunicación, el
profundo sentido del momento que vivimos y que nos exige, en este Año de la Fe,
ponernos confiadamente en las manos del Señor que sabe guiar con amor a su
Iglesia. Sintiendo, de otra parte, lo que ha asegurado el mismo Benedicto XVI:
“Aunque me retiro estaré siempre cercano por la oración a todos Ustedes y
Ustedes también están cerca de mí, aunque yo esté escondido para el mundo”.
El próximo domingo 24
de febrero, en la oración universal de todas las Eucaristías, se tendrá una
súplica especial por el Papa Benedicto XVI, agradeciendo su fecundo ministerio
e intercediendo por su salud y bienestar espiritual. Igualmente, se encomendará
ya desde ahora la elección del nuevo sucesor de Pedro, para que el Espíritu
Santo ilumine a los electores y nos conceda el Pastor que necesitamos para
guiar la Iglesia en este momento y para afrontar los desafíos que el mundo
actual plantea a la comunidad de los discípulos de Jesús y a la misión
ineludible de la nueva evangelización.