01 | 09 | 2014
Me complace mucho saludarlos y
felicitarlos por la llamada que el Señor les ha hecho para cumplir en la Iglesia la importante misión de
transmitir la fe cristiana. Ustedes saben que la Iglesia existe para evangelizar
y que el Señor nos ha enviado a todos hasta los confines del mundo para hacer
discípulos a todos los pueblos (cf Mt
28,20; 1 Cor 11,23). Me alegro por la respuesta generosa que están dando a esta
vocación.
Yo quiero invitarlos, en primer
lugar, a que tengan cada día un encuentro personal con Cristo y se empeñen
seriamente en seguirlo. Cuando él llamó a los apóstoles lo hizo, ante todo,
para que estuvieran con él (cf Mc 3,14). Sólo a partir de este contacto directo
con Jesús, Ustedes pueden ser testigos gozosos y convencidos del Señor
resucitado, el único que puede llenar de gozo y de esperanza el corazón del ser
humano.
En todo momento, siéntanse
enviados y apoyados por la Iglesia. Ustedes no están desempeñando este
ministerio en nombre propio. Es toda la Iglesia la que ha recibido la misión de
catequizar y delega en Ustedes esta noble e imprescindible tarea. Por lo mismo,
vivan su profunda vinculación con la Iglesia a través de la oración y la
comunión con el Arzobispo, con sus Párrocos y con sus comunidades parroquiales.
Realicen este servicio con mucha
fe, con mucha responsabilidad y con mucha humildad. Hoy, cuando la familia no
siempre transmite la fe cristiana y cuando a veces el ambiente de la sociedad
es desconfiado y hasta hostil frente a la Iglesia, Ustedes deben apoyarse en
Dios, formarse muy bien y llegar a las personas con convicción y sencillez para
entregar este tesoro de la vida cristiana del cual, como decía San Pedro,
“nosotros somos testigos” (He 2,32).
El reto más grande que tienen es
formarse espiritual, doctrinal y pedagógicamente para este ministerio. Por
tanto, no ahorren esfuerzos por crecer Ustedes mismos en su unión con Dios, por
llegar a tener una información bíblica y teológica lo más completa posible y
por conocer los métodos y los recursos que son necesarios para transmitir la fe
adecuadamente, según la orientación de la Iglesia y las necesidad de los que
catequizan.
No tengan miedo a las
dificultades con que diariamente se encuentran. Oren mucho por las personas que
les son confiadas y ámenlas con el amor de Cristo, que nos amó hasta dar la
vida. Traten de conformar siempre su modo de pensar y de vivir con el
Evangelio. Valoren la misión que tienen y prográmense para ser catequistas toda
la vida. En todo momento transparenten la alegría de Dios, que los ama y los
envía.
Queridos Catequistas: Quiero
agradecerles su entrega generosa y su importante servicio en nuestras
parroquias. Les reitero a todos mi cordial saludo y le pido al Señor que los
bendiga.