PAPA FRANCISCO CONFIRMA QUE CANONIZARÁ A PASTORCITOS DE FÁTIMA EL 13 DE MAYO
20 | 04 | 2017
Los hermanos Jacinta y Francisco
Marto, los pastorcitos de Fátima que junto con su prima Lucía fueron testigos
de las apariciones de la Virgen en Portugal en 1917, serán canonizados el
próximo 13 de mayo.
Así lo confirmó el Papa Francisco
durante el Consistorio Ordinario Público para la Canonización de los Beatos,
que tuvo lugar en el Vaticano. El Pontífice canonizará a los hermanos Marto
durante el viaje que realizará a Fátima los días 12 y 13 de mayo de 2017 con
motivo de la conmemoración del centenario de las apariciones de la Virgen María
en Cova de Iría.
El pasado 23 de marzo, luego de
la reunión entre el Santo Padre y el Prefecto de la Congregación de las Causas
de los Santos, Cardenal Angelo Amato, se aprobó la promulgación del decreto que
reconoce el milagro, la curación de un niño brasileño, atribuido a la
intercesión del Beato Francisco Marto y de la Beata Jacinta Marto.
Jacinta nació el 11 de marzo de
1910 y murió el 20 de febrero de 1920, mientras que su hermano Francisco nació
el 11 de junio de 1908 y falleció el 4 de abril de 1919. Ambos fueron
beatificados por el Papa San Juan Pablo II en el año 2000.
Jacinta, Francisco y Lucía
recibieron la visita de la Virgen María en Cova de Iría, en Fátima, entre mayo
y octubre de 1917. Jacinta tenía siete años, Francisco nueve y Lucía diez.
La Virgen se les apareció en 6
ocasiones. En la tercera de ellas, la que se produjo el 13 de julio, la Virgen
les reveló el Secreto de Fátima. Según las crónicas, Lucía se puso pálida y
gritó de miedo llamando a la Virgen por su nombre. Hubo un trueno, y la visión
terminó.
Durante el período de tiempo en
que se produjeron las apariciones, los tres niños tuvieron que hacer frente a
las incomprensiones de sus familias y vecinos, y a la persecución del gobierno
portugués, profundamente anticlerical. Pero aceptaron esas dificultades con fe
y valentía: “Si nos matan, no importa. Vamos al cielo”, decían.
Tras las apariciones, los tres pastorcitos
siguieron su vida normal, hasta la muerte de Francisco y Jacinta.
Francisco mostró un espíritu de
amor y reparación para con Dios ofendido, a pesar de su vida tan corta. Su gran
preocupación era “consolar a Nuestro Señor”. Pasaba horas pensando en Dios, por
lo que siempre fue considerado como un contemplativo.
Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el cual después de las apariciones “se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban”.
La vida de Jacinta se caracterizó por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios.