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APARTES DE LA HOMILÍA DE MONSEÑOR RICARDO TOBÓN RESTREPO EN LA EUCARISTÍA DEL MIÉRCOLES DE CENIZA

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El Señor Arzobispo en la homilía del Miércoles de Ceniza, nos indica que este rito de ponernos la ceniza sobre la frente nos hace ver nuestra debilidad y nuestra fragilidad.

La ceniza, dice monseñor Ricardo, nos lleva a reconocer la impotencia, la incapacidad, la tristeza y la fragilidad, ante acontecimientos que se nos presentan como la enfermedad, una calamidad familiar, la persecución, la realidad social en la que vivimos, entre muchas otras situaciones.

La ceniza no es para dejarnos en el abatimiento y en la tristeza, es para mostrarnos nuestras posibilidades y capacidades de realizar plenamente un proyecto de persona humana, que supera el mal y que trasciende el tiempo y el espacio.

Al imponernos la ceniza se nos dice «Conviértete y cree en el Evangelio», es decir, reconstruye tu vida, transforma tu ser, ancla toda tu existencia en la propuesta de vida que Dios te ha dado a través de Cristo.

La conversión te llevará a superar la fragilidad, ya no serás polvo y ceniza, sino que vivirás en la plenitud de Dios.

El Evangelio hoy nos habla de tres prácticas para alcanzar la transformación de nuestras vidas: la oración, el ayuno y la caridad.

El ayuno es purificarnos de todo aquello que nos destruye, que nos descompensa, que hace imposible la plena realización del ser humano.

La oración es un diálogo humilde, filial y amoroso con Dios. La Cuaresma es una oportunidad para orar, para sacar un tiempo de comunicación, de relación con Dios.

La limosna; es darnos nosotros mismos en el amor por los demás. La verdadera limosna, es una ofrenda de mi vida a Dios por el amor y el servicio a los hermanos.

El Arzobispo en su homilía exhorta a la comunidad a vivir estos tiempos difíciles, como un tiempo oportuno para favorecer cosas grandes y buenas que lleven a la plena realización y a la construcción de una sociedad más justa y más humana.

En ese tiempo, finaliza monseñor Ricardo, tenemos miedo de la guerra que se puede presentar, al futuro que puede amenazarnos de muchas maneras. Este es el tiempo en el que nosotros los discípulos de Jesús, los hijos de Dios, tenemos que llevar una vida en plenitud, para que otros encuentren la luz y la sal de sus vidas, para que otros aprendan a vivir desde el amor de Dios a la vida nueva que nos han traído Cristo y el Espíritu Santo, con su fuerza y con su gracia.

Empieza la Cuaresma, y es hora de tener conciencia de nuestra fragilidad, pero también de la vida nueva que Dios nos quiere dar. Entremos por este camino del ayuno, de la oración y de la limosna, sirviendo a los hermanos. Este es el tiempo de la Salvación, concluye el Arzobispo.